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Mejor harías de decirme qué te pareció aquel joven moreno que estaba ayer en el rosario al lado de la señorita de Sarcicourt. Un joven moreno... en el rosario... al lado de la señorita de Sarcicourt... No le reparé. , , recuerda bien... ¡Dios mío! otro pretendiente... ¿Por qué no?

» Sigo, y continúo afirmando que un hombre con todos esos contrapesos, por poco entendimiento que tenga, no puede creerse merecedor del cariño ni de la lealtad de una mujer como yo. » Repare usted que, sin hacer las debidas salvedades... y tal y demás, resuulta eso..., ¿cómo lo diré?, un poco... vamos... exxxtremaaado. » Resultará lo que usted quiera; pero hay que oírlo.

Yo mismo, en calidad de poeta descriptivo y colorista, había barajado en más de una ocasión estos lugares comunes de la estética andaluza, con aplauso de mis convecinos. Mas ahora la realidad excedía y se apartaba un poco de este convencionalismo poético. Por lo pronto, yo no reparé al entrar en la calle de Argote de Molina, a las once, si había en el cielo luna y estrellas.

¿Y porqué me iba a agitar? ¿No se realizaba mi sueño más querido? ¿No se abría para mi un porvenir que no empañaba la más leve nubecilla. Así, confusamente reparé en algunas señoras de edad que me sonreían al pasar, y sentí una inmensa lástima por ellas, al ver que eran demasiado viejas para casarse.

Pero, señor cura, repare usted que yo no comprendo una palabra de lo que usted me dice.... Comience usted por el principio.... Sonrió el clérigo y dijo: Paciencia, señor mío, paciencia. El principio viene después. Todo esto lo digo para tranquilidad de mi conciencia.

Porque no puede ser cosa más justa que, pues Medina fué ocasión de que no se destruyese con la artillería á Segovia, Segovia sus pinares con que se repare á Medina.....»

Y entonces recordé, uno por uno, todos los malos ratos que había pasado yo en la casa del jurisperito, y en los cuales no reparé nunca, aunque no fueron pocos.

Mi fe que habláis como el Conde Lucanor, e que esa discreción me captiva. También vos diré que ora miro en vos perficiones que antes no reparé en ellas.

Un gesto, un solo gesto, un movimiento de ojos, el ademán de un dedo, la seña más leve, y yo me hubiera arrojado en sus brazos, me hubiera entregado a él, me hubiera abrasado y anonadado de amor, me hubiera deshecho en besos apasionados.... Felicita, repare usted que, en las habitaciones vecinas, hay huéspedes y le están oyendo a usted. Lo proclamo a la faz del mundo.

Pero ¿ha visto usted en su vida dirigiéndose a un hombre más simple y más retontísimo? No crea usted que es broma. Todo eso se lo cree. ¡Y mire usted que el bocado es apetitoso! Un señor que ya no puede con la fe del bautismo en papeles. ¡Repare usted qué patas...! ¡Qué pies! Con dos juanetes que parecen dos flanes. Bueno; insulte usted cuanto quiera.