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Actualizado: 5 de junio de 2025


El hombre de la capa me obligó a colocarme, como él, en las primeras filas de curiosos y caminar no muy lejos del reo. El cielo seguía envuelto en un sudario ceniciento, y el piso no mejoraba en aquellos sitios. A la verdad, no comprendo por qué razón me dejaba arrastrar por aquel hombre. Me sentía cada vez más aturdido, como si estuviese soñando.

Quedan horas no más para el martirio. El alma que ya acecha, es el alma que quiere nubes rojas, pero rojas con sangre de las venas. Cada minuto ya la va acercando, fatal inevitable... El reo espera, vibrante el corazón, opresa el alma, pero tranquilo el rostro y la conciencia.

Por último, apareció el reo. Venía acompañado de un sacerdote y rodeado de guardias. Seguía a la comitiva bastante gente. Gastaba el reo barba cerrada, negra y espesa; la hopa que le cubría y el birrete que llevaba en la cabeza, el cual le venía un poco holgado, prestábanle un aspecto lúgubre, espantoso.

El justicia contaba con poderosos elementos para resistir; pero no quiso hacerse reo de rebeldía a su rey y señor natural. El virrey, según muchos historiadores, lo condujo preso, tratándolo durante la marcha con extremado rigor. En breve tiempo quedó concluída la causa, sentenciado Salcedo a muerte, y confiscados sus bienes en provecho del real tesoro.

Celaría el corregidor y cabildo el buen orden del pueblo, procurando impedir los delitos públicos y ofensas a Dios, particularmente aquéllos en que son más viciosos estos naturales, como son los de incontinencia y ladronicio; y para que en estos últimos no quedasen los agravios sin la debida satisfacción, si el ladrón tenía haberes se satisfaría de ellos el hurto, dándole el correspondiente castigo; y si era tan pobre que nada tenía, se satisfaría el robo al interesado de los bienes de la factoría, y se aplicaría el reo a que trabajase a beneficio de ella por el tiempo que fuese necesario para devengar lo que por él se había pagado, y dándole su merecido castigo, entendiéndose en uno y otro caso estar bien averiguado el robo y quién lo hizo, para no dar lugar a injusticias.

Mas como no era de presumir que ella por su voluntad se hubiese arrojado sobre de aquel modo brusco é inconveniente, pues jamás había hecho daño á ninguna muñeca, creí más probable que de alguna casa me la hubieran arrojado. Alcé la cabeza vivamente. En efecto, el reo estaba de pie en el balcón de un primer piso, suspenso, atónito, consternado. Era una niña de trece á catorce años.

Tenía para él las mismas atenciones y cuidados que obtiene un reo en capilla. Este torero no era de los que se reservan: lo daba todo, incluso la vida. Valía el dinero que costaba. Y la muchedumbre, con la bestialidad de los que presencian el peligro en lugar seguro, admiraba y azuzaba al héroe.

Su razon se encontraba sumamente turbada por los impulsos de una lícita y vehemente pasion: por esta causa fue su vida cruel la de un reo aprisionado; y si alguna vez pareció resentirse de su precaria suerte, era para en seguida fomentarla ella misma con los padecimientos de su imaginacion ardiente, creyéndose que tal vez cometeria un desacato contra el objeto de sus mas tiernas adoraciones.

Don Fadrique, mientras tanto, ha recibido del Rey la comisión de encarcelar á un Don Pedro de Luna, reo de cierta falta punible; pero, como es amigo suyo, intenta librarlo concediéndole una plaza de general, cuya provisión era muy urgente.

El sacrílego principió por una tenaz negativa; pero le aplicaron garrotillo en los pulgares o un cuarto de rueda, y canto de plano. Cuando el virrey recibió el oficio del intendente de Hancavelica despachó para guarda del reo una compañía de su escolta.

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