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Actualizado: 9 de junio de 2025


Cuando una de sus compañeras se lo explicó detalle por detalle, la pobre muchacha se puso como la grana y su primer impulso fue decir que renunciaba a ser cómica, pero le dio vergüenza avergonzarse. Volvió a su casa malhumorada, se encerró en su cuarto y estuvo llorando hasta la hora de tornar al teatro.

Calló en diciendo esto el elocuente y viejo gitano, y el novicio dijo que se holgaba mucho de haber sabido tan loables estatutos, y que él pensaba hacer profesión en aquella orden tan puesta en razón y en políticos fundamentos, y que sólo le pesaba no haber venido más presto en conocimiento de tan alegre vida, y que desde aquel punto renunciaba la profesión de caballero y la vanagloria de su ilustre linaje, y lo ponía todo debajo del yugo, o, por mejor decir, debajo de las leyes con que ellos vivían, pues con tan alta recompensa le satisfacían el deseo de servirlos, entregándole a la divina Preciosa, por quien él dejaría coronas e imperios y sólo los desearía para servirla.

Para él, los que permanecían indiferentes ante la suerte del país y no figuraban en el censo del partido eran «probes vítimas de la ignoransia nasional». La salvación estribaba en que la gente supiese leer y escribir. El, por su parte, renunciaba modestamente a esta regeneración, considerándose ya duro para aprender; pero hacía responsable de su ignorancia al mundo entero.

Renunciaba de antemano a todo lo que no fuese la retribución que el marqués quisiera darle.

De la galera volvió á enviar al Emperador treinta vasos de oro y plata que le habia dado, y añade el mismo autor, que las insignias de la dignidad de Megaduque las arrojó en el mar, mostrando que desde entonces renunciaba la amistad del Imperio.

Esto no es decirte que sienta la venida de mi primo; pero si me dijera que por su gusto renunciaba a venir, o que lo aplazaba hasta el otro verano, puede que me alegrara la noticia. ¿Me quieres más franca?

El público no renunciaba por esto á su costumbre, y de seguro lo habrían pasado mal los dos hermanos si hubieran tratado de impedir por la fuerza la libertad mingitoria, autorizada por un derecho consuetudinario que, según la feliz expresión de un parroquiano de aquel sitio, radicaba en la naturaleza del hombre y en la hospitalidad forzosa del vecindario.

Y en este caso, ¿qué hacía el pobre muchacho después de poner en horrible lucha a su corazón con sus naturales repugnancias? ¿Renunciaba a la hija, que era buena, por los pecados que había cometido su madre?

Se daba cuenta aproximadamente de lo que decía el orador: «Franzosen, niños grandes, alegres, graciosos, imprevisores. ¡Las cosas que podrían hacer juntos los alemanes y ellos, si olvidaban los rencores del pasadoLos oyentes germanos ya no reían. El consejero renunciaba á su ironía, una ironía grandiosa, aplastante, de muchas toneladas de peso, enorme como el buque.

Trascurrieron algunos días. Lo mismo el tío Goro que la tía Felicia sintieron gran indignación cuando observaron que el mozo no parecía y se hicieron cargo de que renunciaba al matrimonio proyectado. El tío Goro quiso ir á la Braña á pedirle explicaciones, pero Demetria se mostró tan contraria á este paso y le rogó con tanto calor para que desistiese de él que su padre no se atrevió á ejecutarlo.

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