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Actualizado: 27 de mayo de 2025


Cuando don Pablo Aquiles venía con el cuento de que se había hecho saltar a algún compañero, para colocar a un paniaguado de la situación, o relataba, con pelos y señales, los abusos cotidianos, las arbitrariedades inicuas del doctor Eneene, misia Casilda prorrumpía en violenta catilinaria.

Obdulia persistía, sin embargo: los síncopes eran cada vez más frecuentes y prolongados, las visiones más intensas; aseguraba con mal reprimido fuego que veía a Jesús, que veía al ángel. El P. Gil dudaba siempre, o fingía dudar, haciendo un gesto desdeñoso cada vez que la joven relataba con labios temblorosos aquellos favores del cielo.

En vano esparció sus miradas: no pudo reconocer á ninguno en los grupos que aguardaban el tranvía leyendo periódicos ó conversando. De pronto experimentó el deseo de ver á Tòni. El tío Caragòl le improvisaría algo que comer mientras relataba á su segundo la aventura del bar.

Andaba algo encogido; tosía al contar su historia. De Petersburgo lo habían enviado á un presidio de Siberia. Al fugarse de él, había atravesado media Asia, solo y á pie, hasta un puerto chino, y allí se embarcó para los Estados Unidos, viniendo luego á París. Esta vuelta al mundo la relataba con pocas palabras, como un simple paseo.

Pensaba con nostalgia en las plácidas veladas de «los enemigos de la mujer», cuando Spadoni se sentaba al piano ó hacía cálculos infinitos, siempre doblando; cuando Novoa exponía sus paradojas científicas y Castro relataba las aventuras de su abuelo el «Don Quijote rojo»... ¿Dónde estarían ahora estos compañeros de soñolienta felicidad? Atilio le interesaba especialmente.

Tenía al enemigo bajo su zarpa, podía juguetear con él durante estos tres momentos que valían por siglos. En la vertiginosa superposición de imágenes que volteaba dentro de su pensamiento vió á la princesa, su madre, hermosa y arrogante, tal como era cuando le relataba, siendo pequeño, las grandezas de los Lubimoff.

Antes de dar a luz su primera hija María, había padecido de vómitos de sangre y consunción. Después del parto, y por algunos años, hasta el nacimiento de su segunda hija Marta, padeció un mal dolorosísimo del corazón, tan acerbo y cruel que muchas veces le privaba del sentido. Las manifestaciones de esta enfermedad, tal como la paciente las relataba, inspiraban terror a cualquiera.

Debióse a una malhadada croniquilla mía en que relataba las inquietudes de mi amiga ante el hermético silencio que precedió a la composición del actual ministerio.

De inmenso amor arrobadores cuentos nos relataba el río: aún palpitaban del ardiente estío en las fugaces auras los alientos. Con cántiga amorosa, daba su adiós al espirante día la alondra melodiosa: bajo inmenso dosel color de rosa Héspero, rutilante, sonreía.

Confirmaba los que el conde relataba, con un movimiento de cabeza. Cuando nos levantamos de la mesa, yo me apresuré a despedirme por no molestar. Isabel aprovechó el momento para rogar a su padre que fuese aquella noche con ella al teatro. El conde respondió, mientras encendía un cigarro: No puede ser: ya sabes que no me gusta la ópera.

Palabra del Dia

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