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Actualizado: 5 de junio de 2025


Al venir el verano, regresaban al pueblo para recoger la cosecha y plantar la del año próximo. En las minas se trabajaba mucho, la vida era dura, morían algunos; pero se podía volver á casa con buenos ahorros. Yo, señor dotor, gano siete reales: mi padre once ú doce. Damos un real por la cama y nos comemos cinco cada uno, porque aquí todo va por las nubes.

Eran inválidos ó convalecientes que recorrían los jardines á la salida del Museo; vecinos de Mónaco que regresaban á sus casas después de haber tomado el sol en un banco; gruesas comadres que guardaban su calceta en un bolso; ancianos apoyados en un bastón, que tal vez no se habían embarcado nunca, pero tenían un aspecto de viejos marinos genoveses.

También Paquito se arrojaba intrépido a las ondas de aquellos pequeños mares sucios, metidos entre esteras, y nadaba que era un primor, de pie sobre el fondo. A Alfonsín era preciso pegarle para hacerle salir, y la niña no entraba sino a la fuerza. Regresaban los cinco lentamente, los pequeños con apetito de avestruces, D. Francisco muy contento y también con propósitos de no desairar el almuerzo.

Al tiempo que regresaban las dos familias, desde las Filas a la calle Mayor, la señora de Sobrado meditaba una épica pequeñez, una tontería trascendental y feroz que le sirviese para dar despachaderas a las de García y quedarse sola con sus hijas.

Caminando lentamente llegó por fin a los límites del bosque y desde lo alto del camino que seguía pudo ya distinguir las casas del pueblo como veladas sus techumbres por una azulada humareda. Poco a poco iban apagándose los rumores de los campos. De vez en cuando pasaban por su lado rudos leñadores que regresaban a su casa y cuyo pesado caminar se iba extinguiendo a lo lejos.

El tañedor era de los que regresaban a la tierra americana, saludándola con su música simple. En el muelle iba a encontrar los amigos de su pueblo, su familia, todos los atractivos de una nueva patria libremente escogida. El Morenito callaba, como si se reconociese de pronto sin autoridad y sin fuerza para aleccionar a aquellos jóvenes cansados de admirarle.

A las doce, cuando mayor era la concurrencia, las de Pajares salieron de la catedral, devocionario en mano y al puño el rosario de nácar y oro. Regresaban a casa después de oír misa, y al llegar frente a la Audiencia vieron correr la gente, oyendo al mismo tiempo un lejano tamborileo. ¡La cabalgata! ¡La cabalgata! gritaba la chiquillería corriendo por la calle de Caballeros.

Sólo podían contemplar el cielo de la parte de Italia, cada vez más obscuro, más denso, preparándose á dar paso á las primeras punzadas luminosas de las estrellas. Se cruzaron con varios pescadores que regresaban á sus viviendas cargados de cestos y redes. Alicia experimentaba inquietud en algunas revueltas completamente solitarias.

Brutos y personas permanecen allí arriba durante cinco o seis meses, alojados al sereno, con hierba hasta la altura del vientre; después, cuando el otoño empieza a refrescar la atmósfera, vuelven a bajar a la masía, y vuelta a rumiar burguesmente los grises altozanos perfumados por el romero. Quedábamos en que ayer tarde regresaban los rebaños.

Los cazadores regresaban hacia la casita, donde se oía chisporrotear una gran hoguera de sarmientos. Conversaban con la escopeta al hombro, discutían los disparos hechos, y mientras tanto sus perros seguíanles jadeantes, con la lengua colgando... Van a almorzar me dijo mi compañero; vamos a hacer nosotros lo mismo que ellos.

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