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Actualizado: 16 de junio de 2025
El de Brasil está allí también, como una iglesia de domingo en un palmar, con todo lo que se da en sus selvas tupidas, y vasos y urnas raras de los indios marajos del Amazonas, y en una fuente una victoria regia en que puede navegar un niño, y orquídeas de extraña flor, y sacos de café, y montes de diamantes.
Nos aproximamos un poco. La entrada es verdaderamente régia, gallarda, arrogante.
El Rey y el Conde-Duque, dueños de la causa, la quemaron en la regia Cámara: un tribunal de frailes acordó reprender al protonotario, sin decirle porqué; acabando por absolverle sin más penitencia que ayunar todos los viernes de un año, no poner los pies en el convento, hacer a la comunidad un cuantioso donativo y prohibirle que hablara de aquello con el Monarca y su privado.
Los caballos piafaban impacientes, sacudiendo los penachos azules como si les corriese prisa llevar la desposada a los brazos del Esposo místico. Era una procesión regia. Y en verdad que María, por su gallarda presencia, mereciera ser reina.
Rosalía también se personó en la regia morada, juzgando que era indispensable su presencia para que las ceremonias tuviesen todo el brillo y pompa convenientes. Cándida no bajó, aparentemente «porque estaba cansada de ceremoniales», en realidad porque no tenía vestido.
Visto el museo, la comitiva regia salió de nuevo, pasando al edificio de la Lonja, cuya planta baja recorrió el Bonaparte, muy complacido al parecer y haciendo notar la semejanza que encontraba entre aquel edificio y los otros del tiempo de Felipe II que había visitado, subiendo al piso principal, donde se encontraba el Archivo de Indias.
Primero, tal era su táctica se iba derecho hacia el doctor; le concedía la razón, pero censurándole acremente sus exageraciones de monarquista. En nuestro tiempo nadie se improvisa rey ni emperador. Papel tan alto sólo cuadra a quién fué mecido en regia cuna, a quien nació en las gradas de un trono.
Cuando Ramiro llegó ante el blasonado frontis, los empleados de la justicia regia y comunal se aglomeraban y zumbaban como moscas a uno y otro lado del portalón y en torno a la fuente; mientras las cofradías y las órdenes esperaban, en larga hilera, desde la plaza del Mercado hasta más allá del convento de Santa María de Gracia. Los monjes rezaban.
La Sultana madre, al ver desde sus miradores acercarse la comitiva regia, se apresuró a venir al recibimiento de su nueva hija, encontrándola en el patio de los Laureles en medio de las esclavas, ya con el velo alzado y enseñoreándose todavía en el palanquín de los eunucos negros.
La luz escesiva de aquellas anchas ventanas, la abundancia de los estucos y dorados, la presencia inoportuna de aquellas cariátides y genios, dan á esta parte del templo un aspecto profano, mas propio de una galería ó aula régia que de un coro de canónigos. Y aun prescindiendo de su destinacion, como obra artística es á nuestros ojos lo menos feliz de la gran catedral cordubense.
Palabra del Dia
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