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Actualizado: 9 de julio de 2025


El hierro no existía en estas construcciones terrestres que recordaban el buque de vela. Las piezas eran obscuras como camarotes. Por las ventanas se veían grandes caracolas de mar sobre las cómodas, cuadros de pintura dura y pueril representando fragatas, conchas multicolores traídas de lejanos mares.

Experimentaban el bienestar del propietario que recobra las comodidades de su vivienda al volver a encontrar colgados y en orden todos los objetos de uso personal que les recordaban una vida oceánica de diez días, equivalente a diez años. Rugió por segunda vez la chimenea y se acodaron todos en las barandas para presenciar la llegada de los otros compañeros.

Chicuelos semejantes al Gabriel de otros tiempos corrían jugando por las cuatro galerías o se sentaban encogidos en la parte del claustro bañada por los primeros rayos del sol. Mujeres que le recordaban a su madre sacudían sobre el jardín las mantas de las camas o barrían los rojos ladrillos inmediatos a sus viviendas.

Desde por la mañana tenía que endosarse el chaqué y el sombrero de copa, para estar dispuesto a acompañar a la señora; oíase llamar torpe a todas horas porque en las visitas cerraba la boca, o si la abría era para soltar ingenuidades y franquezas que recordaban su origen; y... ¡oh tormento insufrible!

Pero la cosa se había hecho para comer; y al poco rato, la blanca carne de la merluza, revuelta con los sabrosos adornos, estaba en todos los platos. Y ya que dimos fin con la pobre, ahora otro traguito. Decididamente, el tío se ponía alegre. Las niñas recordaban como un sueño la cara irónica y glacial de otras ocasiones.

Cuando salió don Fermín de Santa María la Blanca, tenía la boca hecha agua engomada. Aquellas sensaciones, que le habían invadido por sorpresa, le recordaban años que quedaban muy atrás. No le gustaba aquello; era poca formalidad. «¡Diablo de chicasiba pensando.

Aresti veía en la muchedumbre muchas caras que le recordaban la faz de San Ignacio. Aquellos rasgos duros, impasibles, de helada firmeza, que se consideraban como signos característicos de una personalidad famosa, resultaban comunes á toda una raza. El médico se fijaba igualmente en las mujeres de los balcones.

Antes de la guerra, ciertos escándalos de su vida privada le habían alejado de la corte: vociferaciones de folicularios y de socialistas. Pero el soberano le mantenía en secreto su afecto de antiguo condiscípulo. Todos recordaban un baile suyo, Los caprichos de Schahrazada, representado con gran lujo en Berlín por recomendación del poderoso compañero. Había vivido algunos años en Oriente.

Los cuerpos rudos y angulosos parecían labrados a hachazos: otros eran deformes y grotescos como fabricados por un alfarero: muchos recordaban, por lo retorcidos y nudosos, los troncos de los acebuches de las dehesas. Los brazos negros, con las agudas protuberancias de una gimnasia forzada, parecían de sarmientos trenzados.

Aquellas imágenes a la luz del día recordaban vagamente las decoraciones de un teatro vistas al sol y a los cómicos en la calle sin los esplendores del gas de las baterías. Pero Anita no pensaba en esto.

Palabra del Dia

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