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Actualizado: 20 de julio de 2025
Aquel hombre era un pozo lleno, rebosando de saber, y en cuanto desplegaba los labios saltaban los chorros de ello.
Detuviéronse todos a su vista, quedando cada cual en su sitio en el más profundo silencio. Volvió entonces el niño hacia el cuadro de la Virgen sus grandes ojos azules, rebosando candor y pureza, y con vocecita de ángel comenzó a decir : Dulcísimo recuerdo de mi vida, Bendice a los que vamos a partir... ¡Oh Virgen del Recuerdo dolorida, Recibe tú mi adiós de despedida, Y acuérdate de mí!...
Justamente: de D. Alejandro Juárez... Bueno: pues Rafael contrajo en las Higueras la afección del hígado que le llevó al sepulcro a los cincuenta y cinco años de edad. ¡Lástima de mocetón, casi tan alto como yo, señora, con una musculatura no menos vigorosa que la mía, y un pecho como el de un toro, y aquel rostro rebosando vida!... ¡Ay!...
Pero la joven dejaba ver un cacho de mejilla, y este cacho de mejilla, por lo suave, por lo terso, por lo sonrosado, interesaba profundamente al auditorio, y muy especialmente al monaguillo que ayudaba a la misa. «Son unos novios,» se dijeron los fieles rebosando de curiosidad y penetración. En efecto, eran ellos, la fresca y simpática Carlota y el venturoso Mario.
Y volvieron a reírse los dos, el tío Jacobo y la madre, con una risa que desconcertó por completo a los niños, porque no era la risa alegre, tierna, agradecida, rebosando amor y ternura de madre que ellos esperaban, sino una risa acre, burlona, desvergonzada, que les recordaba, sin saber por qué, la que usan para insultarse las mujeres malas de la calle...
Drama en general inmejorable, rebosando en hechos maravillosos, sucesos y casos increíbles, en una palabra, en las magnanimes mensonges de la caballería fantástica.
Pero la risa de Perla cuando se veía atrapada, bien que armoniosa y rebosando contento, solo daba por resultado aumentar las dudas de su madre. Herida en el corazón por esta especie de misterio indescifrable y desconcertador que con tanta frecuencia se interponía entre ella y su único tesoro, tan caramente adquirido, y que era todo su universo, Ester rompía á veces en amargo llanto.
La Regenta sacó del seno un crucifijo y sobre el marfil caliente y amarillo puso los labios, mientras los ojos rebosando lágrimas, buscaban el cielo azul entre las nubes pardas. Ana leyó en su lecho, a escondidas de don Víctor, los cuarenta capítulos de la Vida de Santa Teresa escrita por ella misma. Fue en aquella convalecencia larga, llena de sobresaltos, de pasmos y crisis nerviosas.
Dígolo por la impresión inenarrable que me causó Lituca, a quien había dejado algo triste y muy arrebujada en los pesados ropajes de invierno, y encontrada risueña como una aurora de abril, y rebosando de juventud y frescura en sus hábitos veraniegos, sencillos hasta la pobreza, pero limpios y alegres como el plumaje de las tórtolas que la arrullaban desde su huerto florido.
¡Que no, D. Félix, que no! exclamó la coja rebosando ya de gozo. Nunca he sido coqueta... Si los hombres vienen detrás de mí, ¿tengo yo la culpa? ¿Cómo voy á impedir que me digan alguna tontería al pasar ó que se planten delante de casa por la noche? Pero tú les echas unas ojeadillas muy provocativas, y ¡claro! ellos acuden á la miel. Nada de eso.
Palabra del Dia
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