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Sois como delegados del Sumo Repartidor de bienes, para que de lo vuestro deis una parte a los que nada tienen. »Que no se conozca nunca que has sido pobre, pues si descubres por entre tus sedas el paño burdo de tus primeros años, habrá tontos que se rían de ti. Instrúyete bien en las cosas que no has podido aprender en la pobreza. eres lista y harás grandes progresos.

Como artículo de lujo se permite a las niñas que se rían a su gusto con los chistes del Arcediano, el diplomático señor Mourelo, alias Glocester. Suelta el buen mozo torcido una gracia babosa, las niñas la ríen, al papá se le cae la baba también ¡mísero Carraspique! y tutti contenti.

Los franceses son los únicos hombres del globo que hacen cosas, las cuales obligan á que los cristianos se rian en el momento de visitar un Panteon. Ya dije, no mucho, que el patético de los franceses hace á un mismo tiempo llorar y reir, y lo que nos acaba de pasar es una prueba incontestable de que no los he calumniado. Es un patético que juega con las cenizas de los hombres.

Yo no extraño que se rían de este animal dijo el embozado ; lo que extraño es que se atrevan á insultarme, á , que ni soy manco ni viejo. En cuanto á lo de viejo, no puedo hablar porque no se os ve el rostro dijo el al parecer caballero ; en cuanto á si sois ó no manco, paréceme que si tenéis buenas las manos, tenéis manca la cortesía. ¡Eh! ¿qué decís?

Gonzalo se desternillaba de risa, sin comprender que es peligroso que los maridos rían demasiado los chistes de sus mujeres. La vida que hacían era harto sedentaria. A Ventura no le gustaba salir de casa. El sol le producía dolor de cabeza; el fresco de la tarde le irritaba la garganta. Cuidaba del aliño de su persona, y variaba de trajes lo mismo que si se hallase en Madrid.

Siempre y cuando puedas darle un disgusto, dáselo, por vida del santísimo peine... Que no se rían de ti porque naciste pobre. Quítale lo que ella te ha quitado, y adivina quién te dio. Fortunata no contestó. Estas palabras y otras semejantes que Mauricia le solía decir, despertaban siempre en ella estímulos de amor o desconsuelos que dormitaban en lo más escondido de su alma.

No se rían señores... el hábito es la más exigente de las pasiones, y ustedes no saben a cuántos hace morir todos los años la pérdida de sus costumbres: «no hay poema, no hay canción que las celebre», diré, como mi amigo Uhland. Hacía un tiempo como para no sacar afuera las narices: lluvia, granizo y viento, todo a la vez.