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Actualizado: 10 de mayo de 2025


Antes de meterse en el coche abrazó estrechísima y largamente a su sobrino, y le dijo al oído con voz conmovida: ¡Dale un buen barreno en los fondos, hijo mío! Cuando se separaron, tenía el rostro bañado de lágrimas. Metióse rápidamente en la carretela, y se ocultó en un rincón sin decir adiós.

Sus ademanes eran vivos, se movía mucho y jugueteaba rápidamente con el mango de la sombrilla; su voz, aunque dulce, denotaba carácter hecho a dominar y vencer.

Tal expresión de terror manifestaban sus facciones descompuestas y los ojos desmesuradamente abiertos, que Duguesclín miró rápidamente en torno de la sala, clavó la vista por breves instantes en los tapices que cubrían las paredes y luégo en los anhelantes rostros de sus amigos. Esperaré ese peligro si él no me espera á , dijo.

Al fin, acercóse á él lentamente y le dijo en voz baja: Estás muy triste, Pedro. ¿Te encuentras peor? No, señorita, no; me encuentro bien. Vamos, no lo ocultes. ¿Te sientes mal? No; ya estoy completamente bueno. Entonces, ¿te hace falta algo? Vaciló un instante y, apoderándose rápidamente de una mano de su señora, empezó á cubrirla de besos apasionados. , me hace falta esto.

Una sábana... ¡calla! replicó la joven levantando un poco los ojos hacia las costureras y volviendo a abatirlos rápidamente. Al mismo tiempo, los de Gonzalo y Venturita se tropezaron por encima de la cabeza de Cecilia, y de ellos brotó una chispa. Ya ven ustedes que hay para todas decía Pablito mirando al mismo tiempo fijamente a Nieves, como diciendo: «No hagas caso, esto lo digo por cumplir».

El secreto estaba descubierto. Su repentino deseo de venir a Mayvill había sido con el fin de celebrar una entrevista a media noche. Sin un momento de vacilación me puse mi sobretodo, cubrí mi cabeza con un gorro de golf y bajé a la pieza que quedaba debajo de la mía, donde encontré abierta una de las grandes ventanas, y por ella salí rápidamente al enarenado camino.

Hacia una de éstas algo mejor que las otras avanzó rápidamente; pero antes de llegar á ella escuchó un canto que la dejó repentinamente clavada al suelo. Era Velázquez que entonaba una seguidilla gitana. Quedó inmóvil y pálida.

Cualquier detalle que veía al paso hería vivamente su imaginación; el resto de la novela se elaboraba rápidamente en su laboratorio mental.

Aprendía rápidamente sus lecciones; acompañaba al piano el violoncello del papá, y así se pasaban los días toca que toca, revolviendo todo el inmenso montón de solfas que guardaban en el granero, junto con los libros malditos. Además, la pequeña mostraba cada día una voz más hermosa y sonora. «Será una artista, una gran artista», decía el padre entusiasmado.

Su tocado era sencillo y sus maneras distinguidas. En cuanto a su fisonomía, se grabó en mi memoria para no borrarse de ella nunca. Y, ¡todavía la veo en este momento! Sólo algunos minutos tardaron los viajeros en cambiar de tiro; después siguieron rápidamente su camino.

Palabra del Dia

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