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Los sacerdotes marchaban animosos, dando gritos de exhortación sin cansarse; los miserables reos iban pálidos, decaídos y sin fuerzas. Bien se vio de qué parte estaba la ayuda celeste. Los sentenciados fueron conducidos al pie del castillo de Bellver, para la quema final.

Heróicos, sublimes, son el desprendimiento y el sacrificio de los que destruyen su propia hacienda, como hicieron los numantinos; pero cuando alguien destruye ó quema lo que no le pertenece ó se queda con ello sin quemarlo ni destruirlo, no tiene traza de héroe, sino de bandido. Veamos ahora los argumentos de que se vale el Sr.

¡Ay! no jablá vos puelte, ñora, baká pa di quedá vos cómplice. ¡Ya quemá yo ga el libro que ya dale prestau conmigo! ¡Baká pa di riquisá y di encontrá! ¡andá vos listo, ñora! ¿Ta quedá dice preso Isagani? ¡Loco-loco tambien aquel Isagani, decía el estudiante indignado; no sana di cogí con ele, ta andá pa presentá! O, bueno ga, ¡que topá rayo con ele! ¡Siguro pusilau!

Por la principal se pasa al patio enlosado y con columnas, a las salas y demás habitaciones señoriles; por la otra, a los corrales, caballeriza y cochera, cocinas, molino, lagar, graneros, trojes donde se conserva la aceituna hasta que se muele; bodegas donde se guarda el aceite, el mosto, el vino de quema, el aguardiente y el vinagre en grandes tinajas; y candioteras o bodegas, donde está en pipas y toneles el vino bueno y ya hecho o rancio.

Quieren, como el cocinero Que en su oficio mas mirase, Que se ase y no se abrase La carne de aquel cordero. Sube el humo al ayre vano, Y á veces le en los ojos, Quema el fuego los despojos Que le vienen á la mano. Vase arrugando el vestido Con el calor violento, Y el fuego poco contento Busca lo mas escondido.

Has querido curarme de mi ambición desesperada. Duro ha sido el remedio. Como quien con hierro candente quema un cáncer, has curado el que roía mis entrañas. No sólo te perdono, sino que te agradezco la cauterización dolorosa. Mi sed de poder y de gloria se aquietó y sació con satisfacciones soñadas.

Esa arquitectura, como aquel cuadro, tiene un espíritu que nos enaltece, que nos eleva, y esto me convence de que no hay arte en donde no hay esa belleza íntima, impalpable, invisible, espiritual; esa exhalacion, esa chispa, esa esencia, ese poco de aroma sutilísimo que se quema en el interior de nuestra alma.

¡El amor de una mujer!... ¡de una mujer mortal!... ¿qué entiendes por ello?... ¿Una sonrisa llena de encanto, un timbre de voz que turba y trastorna los sentidos, un apretón de una mano que quema?... Ya qué es eso.

Algunos iban a preguntarle por Pedro, por Jacobo, por Nicolás, por su hijo o por su hermano; y el anciano respondía maquinalmente: «, , han quedado muchos tendidos allá... ¡Qué le vamos a hacer! Es la guerra. Nicolás ha cumplido con su deber...; es preciso tener paciencia. Pero él pensaba para sus adentros: «¡Los míos se han escapado de la quema, y eso es lo principal

Señora dije bruscamente no alabe usted mi hazaña... Quiero olvidarla, quiera olvidar que esta mano... Ha castigado usted la infamia de un malvado, y el alto principio del honor ha quedado triunfante. Lo dudo mucho, señora. El orgullo de mi hazaña es una llama que me quema el corazón. Quiero verlo dijo bruscamente la señora. ¿A quién? A lord Gray.