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Actualizado: 8 de junio de 2025


Porque no aún si será pública ó privada, mesón de transeuntes ó tránsito de infierno. Quedad con Dios, y sobre todo, prudencia, Juan, prudencia, y no os envanezcáis con los favores de la fortuna. No lo que será de dijo el joven, que estaba aturdido é impaciente. Pues procurad saber lo que hacéis, y adiós, que no quiero deteneros. Adiós, don Francisco, hasta mañana.

¡Ah, excelentísimo señor! exclamó el alcalde inclinándose hasta el suelo y apreciando al mismo tiempo, por el tacto, que la sortija tenía una gruesa piedra. Si alguien tiene noticia de que me habéis encontrado, os pesará. Descuide, descuide vuecencia, que no lo sabrá nadie. Quedad, alcalde, con Dios. Dios vaya con vuecencia. El duque se alejó y el alcalde permaneció por algunos segundos inmóvil.

Y ¿estoy yo agora para decir lo que renta? respondió el sacristán con algún tanto de demasiada cólera . Decidme, hermano, si sabéis algo; si no, quedad con Dios; que yo la quiero hacer pregonar.

Quedad tranquila, que os he de traer una saya de seda y un manto de terciopelo que ni para una reina y decid á Juanilla mi hermana que también habrá para ella buenos ducados de plata cuando yo vuelva. Dicho esto regresó el arquero á las filas y continuó la marcha con sus compañeros. La mujer se quedó lloriqueando, y al llegar junto á ella el barón le dijo: ¿Lo véis, señor?

Que os vais, y rogad á Dios Que enfrene vuestros deseos, Y al Castañar no volváis, Que de vuestros desaciertos No puedo tomar venganza, Sino remitirla al cielo. Yo lo pagaré, García. No quiero favores vuestros. No sepa el conde de Orgaz Esta acción. Yo os lo prometo. Quedad con Dios.

Con que me digáis dónde vive doña Clara, me dejo con vos el alma y allá me emboco. Más allá de la galería de los Infantes, en aquella galería obscura. ¿En la de anoche?... , frente á aquellas escaleras. ¡Ah! ¡frente á las escaleras aquellas! no he de perderme con tales señas. Quedad con dios, señora mía, y tratadme bien el alma, que con vos se queda. ¡Ay, que os lleváis la mía! Adiós.

¿Porqué no casáis á vuestro sobrino con vuestra hija?... aunque os lo están acostumbrando mal: ¡habérsele llevado el tío Manolillo á casa de la Dorotea!... Quedad, quedad con Dios, que vos por hablar os olvidáis de todo, y yo no puedo olvidarme de nada. Conque hasta más ver: muchas cosas al señor Melchor. Id con Dios y abrid los ojos.

Os habéis perdido y perderéis á vuestro sobrino le dijo ; y todo por vuestra avaricia. Tengamos la fiesta en paz, señora María; ni yo me he perdido ni trato de perder á nadie, y con esto quedad con Dios, que yo sólo venía por mi sobrino, y no habiéndomelo llevado me voy á la cocina. Bien haréis en estar en ella, y en no perder de vista las cacerolas, y en ver quién anda con ellas.

Ea, pues, quedad con Dios, señor Francisco dijo la dueña . No me hallo bien fuera de palacio; es ya tarde y está la noche tan obscura... ¿Os han dicho que llevéis contestación? No, señor. Pues id con Dios, doña Verónica, id con Dios. Voy á mandar que os acompañen. No, no por cierto: vengo de tapadillo; adiós. Dios os guarde. La dueña se envolvió completamente en su manto, y salió.

Y no os digo más, que bien creo yo que con lo dicho me habéis comprendido, y a Dios os quedad y en pensad, pagándome en buena moneda el pensamiento enamorado y perdurable, que de vos en esta encendida alma vuestra me llevo.» ¡Ay, Florela! dijo la hermosa indiana, que no qué piense, ni qué tema, ni qué espere, ni qué haga, ni qué deje de hacer.

Palabra del Dia

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