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Actualizado: 3 de julio de 2025
Al cabo de un rato Flora le clavó una mirada entre compasiva y maliciosa y dijo sacando de la faltriquera un puñado de avellanas tostadas y ofreciéndoselas: Toma: come esas avellanas, á ver si se te quita el enfado. Jacinto las rechazó con digno ademán. ¿No las quieres?... Bien, pues harás que coja un empacho, porque llevo ya comido un celemín de ellas.
Ella era igual a aquellos hombres sencillos que olvidaban sus ocupaciones para buscar a Luna, con el ansia de oír de su boca cosas nuevas. Gabriel era el mundo moderno que durante muchos años había pasado lejos de la catedral, sin rozarla siquiera, y entraba por fin, asombrando y conmoviendo a un puñado de seres que aún vivían en el siglo XVI.
Nunca había visto vegetación tan poderosa, entregada por entero a si misma, libre para engrandecerse y ostentar caprichos extraños y monstruosos. El buen cura había arrojado un puñado de gérmenes en aquel pañuelo de tierra.
Y el señor Fermín, para demostrar el cuidado incesante que durante el año exigía aquel suelo, que era como de oro, agachábase para coger un puñado de caliza y mostraba la finura de sus pequeños terrones blancos y desmenuzados, sin que se dejase apuntar en ellos el germen de una planta parásita.
Tengo motivos para creer que la imaginación es su facultad predominante. Un día que dábamos un paseo por la Moncloa se nos acabó el tabaco. Era otoño. Sindulfo cogió un puñado de hojas secas de chopo, las estrujó y las metió en su pipa. Después dejó errar su mirada por las lejanías de El Pardo, añorando sin duda los bosques vírgenes del Arauco.
Un puñado de arena que venía del parque les volvió al sentido de la realidad. Es mi padrino, que se impacienta ... Y tiene razón ... Vámonos. ¿Por dónde? Por la puerta. Pero, está cerrada por fuera.... ¿No es más que eso?
Era una niña por la frescura de su rostro y por la viveza de sus movimientos, aunque ya tenía cumplidos veintidós años. Te equivocas; hoy no puedo oler más que a tomillo respondió Reynoso sacando el puñado que traía en el bolsillo.
Abrió suavemente la ventana y un puñado de fina arena cayó en el cuarto. Se inclinó vivamente con una palpitación de esperanza, y á menos de un metro por debajo de la cornisa de piedra vió una forma negra que estaba de pie en el herraje de la estufa. La joven dejó escapar una exclamación. La sombra se separó un poco del muro y Herminia reconoció á su marido.
Mas cuando llegó la época fijada para la excursión, a presencia de toda la tertulia tomó el puñado de plata del cajoncito donde se guardaba y se lo entregó al cura de Nieva para que lo repartiese entre los feligreses que más lo necesitaran.
El enemigo se había apoderado por fin de aquel baluarte con tanto heroísmo defendido. Pero la lucha no había cesado por completo; en un extremo de la elevada planicie oponía todavía débil resistencia un puñado de ingleses.
Palabra del Dia
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