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Actualizado: 10 de noviembre de 2025
La fortuna recién adquirida en dos horas le parecía extraordinaria y tan inmensa como su buena suerte. Lo que yo quiero añadió en voz baja, cesando de reir , lo que yo deseo de ti, bien lo sabes... Ella le hizo callar con una mirada acariciante y un siseo discreto que equivalía á una promesa.
Ya que no pudo conseguir esto el buen cathecumeno, quiso que á lo menos en prenda de su promesa, le diese una pequeña cruz para traer al cuello y para muestra de otras que quería fabricasen sus vasallos, porque entendida la virtud de aquel santo Leño, quería ponerla en todas partes, para que por su respeto no osase el demonio causarles algún daño en la vida ó hacienda.
El señor duque no está visible para usted.... ¡Sígame, o llamo! Y al mismo tiempo echó una mirada en torno como en ademán de cumplir su promesa. La Estuardo empalideció aún más. Desprendiéndose del brazo de Dávalos la siguió al fin. Esta escena había sido observada por varias personas; pero nadie osó seguirlas si no es el demente Manolo, que lo hizo de lejos.
Lo mejor que podía yo hacer, y eso he hecho, es enviarle a Montilla a que tranquilice y aquiete a su hermano, exigiéndole, como le he exigido, y él cumplirá su promesa, no revelar nunca a su hermano quien le robó y le tuvo prisionero.
Los últimos grupos se disuelven, se cierran las pesadas puertas y queda el inmenso edificio sumido en el silencio, en medio de la penumbra de la tarde que cae... Allá van todos, enroscada la horrible duda al corazón, en triste compañía con el fantasma de la bancarrota, luchando entre el pesimismo de sus impresiones y la promesa de sus esperanzas.
Hasta se parecía un poco a don Carlos. Aquel sol de Febrero, promesa de primavera; aquel ambiente fresco que convidaba a la actividad, al movimiento; aquellos martillazos, aquellos silbidos, aquellas nubecillas ligeras que cruzaban el cuadrado azul a que servía de marco el alero del tejado... todo aquello edificaba». «¡Aquella era su casa, allí era ella la reina, aquella paz era suya!». Al dejar el martillo para coger la sierra don Víctor vio a su mujer.
No obstante, se mostró después todo lo amable y expansiva que le consentía su naturaleza, lo cual pudiera muy bien achacarse, sin ser mal pensado, a la promesa que Miguel acababa de hacer respecto a su fortuna, por más que ella en la apariencia no le hubiese concedido ninguna importancia.
A todas estas preguntas, que le hicimos no hubo alguno que nos respondiese otra cosa sino que aquella peregrina era una señora principal y rica de Castilla la Vieja, y que porque había algunos meses que estaba enferma de hidropesía, había ofrecido de ir a Nuestra Señora de Guadalupe en romería, por la cual promesa iba en aquel hábito.
Volvió hacia mí la cara con la viveza ratonil que le era propia, y me contestó, enderezando cuanto pudo el cuerpecillo descarnado: ¡Mira, hombre, qué casualidad!... Apuradamente estaba yo pensando en ir enseguida a preguntarte lo mismo para cumplirte después la promesa que te hice esta mañana por remate de nuestra conversación.
Demasiado conocía el Ministro que semejante proposición era un modo, como otro cualquiera, de ocultarle don Simón que le había convencido la promesa del título nobiliario.
Palabra del Dia
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