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Actualizado: 19 de junio de 2025
En efecto, al día siguiente me mostró una bellísima cabeza de mujer como de cuarenta años, y había allí algo... en el semblante triste de aquel fantasma estaba el alma de Amparo. Calló el religioso, y yo quedé profundamente pensativo. Me había dado a conocer un nuevo rasgo del carácter romancesco de Amparo.
¿Qué diantres de personajes serán estos viejos? se preguntaba él cavilando . ¿Serán en realidad profundamente sabios, estarán de buena fe, llenos de vanidad y de soberbia por la comodidad y el regalo con que viven, gracias a sus envidiables inventos o habrá en ellos algo de embaucadores y de farsantes? Así discurría Miguel de Zuheros, pero se callaba y ni al doncel sutil confiaba su discurso.
Luego, todos van cogiendo alquitrán con los candiles de calafatear, y rellenan las hendiduras del barco, hundidos en el fango como patos. Y cuando el barco queda a flote, y todo el mundo dice que es un gran barco, hay que verle a Shempelar haciendo esfuerzos maravillosos para demostrarse a sí mismo que tiene motivos, motivos graves, motivos serios para estar profundamente incomodado.
Sus obras carecen de vigor poético, y de aquí que las leamos sin que dejen en nosotros huella alguna, sin conmovernos profundamente ni impresionarnos por largo tiempo.
Y cuando en medio de gemidos que no tengan nada de terrestres, esta ciudad sea engullida por fin y profundamente fijada bajo la mar, todavía, levantándose sobre sus mil tronos, el Infierno le rendirá homenaje. En el mes de Junio, a media noche me encuentro bajo la mística luna.
Entonces articuló con voz profundamente tomada es lo que pienso, lo que tú sabes que yo pensaba cuando mentiste anoche. De modo... Bueno, dejemos, no es nada. Hasta mañana. Lo detuve del hombro y se dejó caer en seguida en la silla, con la cabeza sobre sus brazos en la mesa. Quédate le dije. Vas a dormir aquí conmigo. No estés solo. Durante un rato nos quedamos en profundo silencio.
De allí a poco viole la marquesa agitarse mucho, gemir profundamente, revolver los ojos azorados; acercóse a él... Habíasele olvidado un pecado muy gordo, muy gordo..., y antes que tuviera tiempo la dama de llamar al padre, decíale ya él con gran trabajo: Yo..., por divertirme..., por fastidiarle..., escribía todos los días una carta a Frasquito... diciéndole: ¡Mentecato!... ¡Cuatro meses le escribí!... Cuando Jacobo volvió de Italia, dejé de hacerlo... Me lo pidió él: decía que le interesaba... Tú le pedirás perdón a Frasquito... ¡Me pesa! ¡Me pesa!...
El favorito, Pablo, la sintió todo lo profundamente que él podía sentir algo en el mundo. Es fama que, algunos días después del suceso, vió al último potro que había comprado alcanzarse en el trote, y no le afectó gran cosa. Pero en quien hizo sobre todo aquella repentina muerte un efecto extraño y terrible, fué en Venturita.
Pues bien, el hombre cuya imagen está siempre delante de sus ojos, el hombre que ha interesado tan profundamente su corazón, el hombre a quien ama con toda la fuerza tímida de su primer amor... ¡Acabad, pues! ¿Si fuerais vos, señor intendente?
Dijo, y volviéndose del otro lado se fue aletargando. Poco después dormía profundamente. Después de contemplarle un rato, considerando que era cosa perdida, Salvador se retiró con el alma llena de tristeza. Pasaron tres días. Una mañana entró Salvador en su casa y halló a Doña Hermenegilda consternada, llorosa.
Palabra del Dia
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