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Actualizado: 13 de mayo de 2025
De sermones, poca cosa; de problemas teológicos, menos; pero para confesar ocho horas seguidas y ayudar a un cristiano a bien morir, allí estaba él, insensible al cansancio, sin miedo a los contagios de la enfermedad, habituado a la agonía humana con un coraje profesional.
Poseía un raro talento de asimilación y de generalización que le permitía abordar con brillo y con criterio sólido todos los problemas que en el orden político o sociológico entrañan el desenvolvimiento de las naciones y su memoria privilegiada le permitía recordar todo cuanto había pasado por el crisol de su inteligencia.
Y, sin embargo, no hay novela ni drama de algún valer donde el poeta no quiera resolver problemas sociales, morales, políticos ó religiosos.
Suponer otra cosa, atribuirle otro carácter, sería pueril y absurdo, y acusaría un desconocimiento absoluto del más trascendental y difícil de nuestros grandes problemas nacionales.
En mecánica, los problemas de la composicion y descomposicion de las fuerzas, tienen un sentido físico en cuanto presuponen los datos de la experiencia; si prescindimos de esta, nada nos queda sino un compuesto de líneas que nada significan, cuando se las llama fuerzas: entonces la mecánica no es mas que un sistema de aplicaciones geométricas.
Entre tanto sus ilustres compañeros se habrán acomodado conforme á su gusto respectivo. Quien estará con el telescopio en la mano, quien con el microscopio, quien con otros instrumentos; al paso que algunos, inclinados sobre un papel cubierto de signos, letras y figuras geométricas, estarán absortos en la resolucion de los problemas mas abstrusos.
Y la amistad con aquel ser extraordinario, que desde su oscuridad exploraba con el valiente ojo de su pensamiento infatigable los problemas de la vida, había llegado tarde. En el espíritu de la Nela estaba ya petrificado lo que podremos llamar su filosofía, hechura de ella misma, un no sé qué de paganismo y de sentimentalismo, mezclados y confundidos.
Como sus amigos no eran tan constantes, pasaba algunos ratos solo, meditando en problemas graves de política religión o filosofía, contemplando con incierto y soñoliento mirar las escayolas de la escocia, las pinturas ahumadas del techo, los fustes de hierro y las mediascañas doradas.
Por un momento creyó que iba á matarla. Los hombres serios, tímidos y sumisos son terribles en sus explosiones de cólera. El marido lo sabía todo. Con la misma paciencia que empleaba en la solución de sus problemas industriales, la había estudiado día tras día, sin que pudiese adivinar esta vigilancia en su rostro impasible.
Ferpierre se repetía a sí mismo que el suicidio, en tales condiciones, no era solamente posible, sino hasta casi necesario. Ya por otras razones había reconocido su verosimilitud en una naturaleza melancólica y contemplativa como aquélla, en una alma habituada a mirar asiduamente dentro de sí misma, a estudiar sin miedo, y más bien con una especie de complacencia los problemas de la vida.
Palabra del Dia
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