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Era tan flojo de cerebro, que en cuanto bebía dos copas se ponía perdido, y he aquí que al probar el Champagne, el buen tenedor de libros, después de haber dado varias pruebas de no ser dueño de sus ideas, se dirigió a Juan Bou y con lengua solemne aunque torpe, le dijo: «¡Caballero, usted me dará una satisfacción, o me veré obligado a llevar la cuestión a un terreno...!».

Siempre encontrarás jurisconsultos que se encarguen de probar, textos en mano, tu derecho á la posesión de las tierras conquistadas. Comete toda clase de atrocidades...pero vence. Nunca dejarás de tener razón si eres victorioso. Nadie osa pedir cuentas al conquistador, y en sus templos, los sacerdotes de todas las religiones cantarán por tu salud, celebrando tu triunfo.

Ello es lo cierto que con aplicación y estudio sería fácil demostrar que en el siglo XVI apenas hubo audacia científica o filosófica, condenada en otras naciones, que a pesar de la Inquisición no hallase acogida entre nosotros: sistemas de Copérnico y de Galileo, transformación de las especies, generación espontánea, seres racionales distintos de la prole de Adán y de los ángeles, y en suma, cuanto a un escritor o pensador se le ocurriese soñar, probar o dar por demostrado, como no transcendiera a judaizante, morisco, luterano o calvinista.

Ninguna guerra internacional dura treinta años, mientras existen matrimonios que llegan como el perro y el gato a las bodas de diamante. Basta este hecho para probar que es más fácil hacer la paz que «hacer las paces». Y el fenómeno se explica fácilmente.

Cuando iban visitas a la casa la enseñaba como una cosa rara, sonándola y dando a probar el peso, para que todos se pasmaran de lo arregladito y previsor que era el niño. «Esto se llama formalidad. Hay pocos chicos que sean así...».

¡Aun ese maldito gitano! dijo el joven del traje andaluz . Señores, he aquí una buena ocasión de probar lo que os decía hace un momento, es decir, que ese condenado es Satanás en persona. Y se levantó gravemente. Vamos, señora, estoy dispuesto a aclarar la cuestión, porque yo he visto el buque de las velas rojas aun no hace dos horas. Lo mismo que yo respondieron a la vez Isabel y Pablo.

¿Cuál? ¿Qué otro puedo probar? pregunté confundido, pero él sólo sacudió la cabeza. Reginaldo, con papel y lápiz en la mano, estaba tratando de descifrar y hacer comprensibles las letras por medios que varias veces había intentado yo, a saber: substituyendo la A por la B, la C por la D, y así todas las demás.

La condesa afectó estar conforme con la reprimenda y la repitió, dándola más fuerza con sus irónicos donaires. Después, ablandándose doña Flora y llevándome adentro, me dio a probar de unos dulces finísimos que no se repartían sino entre los amigos de confianza.

Rasquin piensa ya hoy hacer remate Del ejército todo zapicano: Mas veis otro que viene en el combate, Que quiere en general probar la mano, De encuentro, de reves, jaque y mate Al indio sin dejarle un hueso sano, Con la fuerza que pone en su caballo, El fuerte y animoso Caraballo.

¡Dale!, ya pareció aquello respondía don Baldomero Pues yo te probaré... Solía no probar nada, ni el otro tampoco, quedándose cada cual con su opinión; pero con estas sabrosas peloteras pasaban el tiempo.