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Actualizado: 18 de mayo de 2025


Miraba en torno de ella, y nada, ni un mal rayo de esperanza amortiguaba su desesperación. Necesitaba dinero para reponer esta pérdida, que tanto podía influir en el prestigio de la familia, y para satisfacer ciertos compromisos que, como de costumbre, la agobiaban con gran urgencia; pero a pesar de ser tan numerosas las amistades, no encontraba, repasando su memoria, un solo nombre.

Cuando el tiempo no les preocupaba, eran las reses el objeto de su conversación, y especialmente los toros, de los que hablaban con ternura, como si estuviesen ligados a ellos por un parentesco de raza. Los ganaderos escuchaban con respeto las opiniones del marqués, reconociendo el prestigio de su fortuna superior.

Luego, el empleado fue presentándole a otros: el Golfín, un angelito de pelo rizado y ojos garzos, con el que había que tener gran vigilancia por la intensa simpatía que inspiraba a sus compañeros; el Boto, el Feo y el Paniego, que llevaban varias temporadas en el establecimiento, y siempre «trabajaban» juntos; el Morritos, el Lentejas y el Lagarto, que aún no contaban trece años, pero tenían sus novias fuera de la cárcel, lo que les daba gran prestigio entre los compañeros.

Los pueblos cristianos se exterminaban, no por los caprichos y los odios de sus pastores, sino por algo menos concreto, por el prestigio de un trapo ondeante, cuyos colores les enloquecían.

El prestigio y la influencia encantadora de tales cosas se apoderó de él al entrar en la existencia íntima de los Oreve y en aquella casa de una suntuosidad elegante, en la que sus consejos y su innato buen gusto han introducido refinamientos de arte.

Esta laboriosidad por mantener al macho y las novelas que circulaban sobre su alto origen atraían con curioseo irresistible a las hembras de las Cambroneras. La primera en introducirse en la casa fue la Teodora, la vieja de mayor prestigio del barrio: un dechado de sabiduría, respetada hasta por los hombres.

¡Miren quién habla! dijo un viejo paisano que tenía entre todos el alto prestigio de haber sido justiciero juez de paz, cuando don Luna se agacha a conversar es cosa de pedir pieza con cama. ¡Si tiene más música que un órgano!... Y cuando usted habla, viejo, ¿qué hay que hacer?... ¡irse!... dijo Baldomero riendo estrepitosamente, y agregó: ¡Vamos, don Melchor, a dar una vuelta... vamos!...

Y probablemente lo hará como se propone, porque el gran condestable es uno de los hombres de más prestigio y energía de nuestra época. ¿Qué decís á ello, Captal? Duguesclín os venció en Cocherel y esta campaña os ofrece la revancha.

Cuando hablaba y el gran Simoulin era incapaz de callar así que tenía un oyente , su palabra parecía difundir en torno de él una aureola de prestigio histórico. Todas las celebridades de la segunda mitad del pasado siglo las había conocido el grande hombre. Recordaba como amigos de ayer á Víctor Hugo y á Gambetta.

Es absurdo y es grotesco el ser un proletario de levita... Hace varios años, el dueño de un periódico donde yo solía colaborar desde París, me envió una carta diciéndome: «El periódico marcha muy bien. Tenemos un gran prestigio. Nuestras opiniones son acogidas con respeto en las altas esferas. Hemos conquistado al público de levita; pero esto no basta.

Palabra del Dia

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