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Actualizado: 18 de junio de 2025


¡Si al menos estuviera en la cabecera, todavía!... dijo haciendo alarde de su poder. El escribiente sabía muy bien que su poder no pasaba de los límites de Tianì, pero le convenía conservar su prestigio y quedarse con la tapa de venado. Pero, os puedo dar un sabio consejo y es que vayais con Julî, al Juez de Paz. Es menester que vaya Julî.

Ninguna de las recepciones vespertinas del potentado universitario se había visto tan concurrida como la de esta tarde. Todos los que abominaban del contacto de la muchedumbre acudían á una tertulia que proporcionaba á sus asistentes cierto prestigio literario. Además, la reunión de esta tarde tenía un alcance político.

El era un intelectual, con muchos amigos, y aunque la mayoría de éstos se hallasen fuera de Madrid, temía que alguien le viera cargado con un fardo. Era un escrúpulo egoísta, un deseo de guardar su prestigio de grande hombre desgraciado que se mantiene digno ante la miseria.

Me gusta más el aire natural y sencillo de otros hombres de gran talento, que estaban allí, y que yo ya conocía desde mi niñez. No obstante, la gloria tiene para grandísimo prestigio; creo que si mi hijo alcanzara algún día la más pequeña parte, estaría altamente satisfecha.

Era una especie de patriarca para sus compatriotas especialmente para los recién llegados , y él se aprovechaba de tal prestigio escogiendo el mejor lugar cerca del caldero, cuando llegaba la hora de la cena, y el rincón más cómodo para dormir. También eludía los trabajos pesados, confiándoselos á alguno de sus fervientes admiradores.

A este prestigio de «punto» de fuerza, así como la serenidad con que abandonaba el dinero, hacía que le respetasen sus nuevos amigos, viendo en él un firme sostenedor del juego de la sociedad. La nueva pasión se apoderó rápidamente del espada.

Luego fijó en el Padre de los Maestros una mirada de vehemente admiración, gracias á la cual pudo recobrar otra vez su prestigio, pues Momaren parecía algo molestado por sus distracciones anteriores. Inmediatamente un huracán aullador chocó contra su tímpano.

Pero esta hegemonía de Francia en letras y en artes, no sólo da a Francia entre los extranjeros fundadísimo crédito, sino también prestigio deslumbrador, que los solicita y estimula a la admiración más ciega, a los encomios más hiperbólicos y muy a menudo a la desmañada imitación de lo peor, originando modas en lo que se escribe y en lo que se piensa, como las hay en lo que se viste y en el menaje de las casas.

Para ejercer dichos cargos hacíase requisito indispensable, á más de tener harto probada la buena conducta moral, ser persona de alguna significancia y prestigio, pertenecer á hidalga familia y no ejercer ciertos oficios ó cargos incompatibles con la justicia de que habían de investirse.

Y cuenta que no sentimos lo ocurrido en ella por la gloria del orador, corrido allí como una liebre, pues por muchas que sean sus presunciones, no debe, en su estulticia ingénita, aspirar a mayores triunfos; sino por el prestigio del Parlamento y por la dignidad del Ministerio, que acogió bajo su amparo un asunto que pasó los límites de lo grotesco

Palabra del Dia

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