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Volvimos en seguida; habíamos recorrido dos o tres cuadras y sólo habíamos encontrado cinco médicos que se prestaron con suma complacencia a nuestro llamamiento. Mi tía seguía agravándose por momentos. Su respiración era estertorosa y penosísima; a cada respiración, los carrillos, privados de resistencia, se dejaban destender pasivamente, después volvían a quedar laxos y flojos.

Gregoria se presentó de luto, sin azahares, y Bernardino con la misma levita que le prestaron para asistir al entierro de don Aquiles, y delante de los hermanos y de dos testigos, bajo la luz tristona de las bujías, leyó la epístola el cura y echóles la bendición, de prisa y corriendo. Esto fué todo.

El peso de los preparativos había caído sobre los hombros del P. Gil, quien, ayudado de las personas de buena voluntad que se prestaron a ello, organizó no sólo la fiesta religiosa, sino también alguna parte de la profana, la iluminación, los fuegos y la ceremonia de la primera piedra. En aquellos últimos días no había tenido tiempo a pensar. Había sido menos desgraciado.

Carmelita y Nuncita quedaban aterradas cuando esto sucedía, se iban a la cama, presa de la mayor consternación. Después del rompimiento definitivo, y cuando al cabo se convencieron de que la ventura de realizar tan sublime matrimonio no estaba reservada para ellas, humillaron un poco su ambición y prestaron auxilio a Granate, que hacía mucho tiempo lo demandaba con instancia.

¡Sublime y noble juramento que cumplieron! fundando la independencia de esa magnífica Suiza, que plegue á Dios conservar siempre libre. Los primeros que prestaron ese magnífico juramento tan elocuente, tan moral, tan patriótico, fueron los insignes patricios Walter, Furst, Stauffacher, Melchthal, Werner, nombres augustos que la Suiza reconocida guarda y guardará eternamente en su memoria.

Yo comprendo, yo comprendo, mon pauvre ami; los Padres te han convertido.... El que se rió ahora fué Belarmino, y de la mejor gana: ¿Convertirme? ¡Qué proyectil! Belarmino juntó en un racimo las yemas de la diestra mano, se las llevó al entrecejo y silabeó confidencialmente: ¡El Inteleto! Y luego, cambiando de tono: Algo me he ayudado con un libro de los Padres.... ¿Te lo prestaron?

Despues de haber viajado por Francia é Italia, donde las ideas liberales y de progreso prestaron á las suyas el calor y solidez que mas tarde habian de producir la independencia de su pais natal, y á poco de haber buscado entro los brazos de una esposa en la córte de España el amor de la familia, se trasladó á Venezuela.

Respondieron que viniesen seguros, que con ellos se usaria lo mismo que con los turcos, y con mayores ventajas por ser cristianos. Vinieron hasta mil caballos buenos, y prestaron juramento de fidelidad debajo de los mismos conciertos que lo hicieron los turcos. Pusiéronse á órden de Juan Perez de Caldés.

No bien terminaron los versos, fueron estrepitosamente aplaudidos por el benévolo auditorio; pero, si hemos de decir la verdad, ni D. José ni doña Antonia prestaron atención durante la lectura; las señoras mayores se adormecieron con el sonsonete; el señor cura halló la composición sobrado materialista y mitológica y un poco pesada, y las amiguitas de Lucía más se entusiasmaron con la buena presencia del poeta que con el mérito literario de su obra.

Por fin tropezó con ciertos bohemios que se prestaron a venderle uno valetudinario y sarnoso. Se lo hicieron pagar bastante caro, visto el afán que por él mostraba. Cuando nuestro fisiólogo se encontró a solas en su laboratorio en presencia de aquel ser, su precursor inmediato, sintió emoción indefinible. Un respeto profundísimo se apoderó de su mente.