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Era campechana, servicial y sencilla hasta la simpleza, pero en sus negocios de prendera y prestamista mostrábase inflexible y astuta como pocas. Acérquese un poquito si ha concluido de tomar su grosella. D.ª Rafaela trasladó su silla cerca de la joven y en seguida se pusieron a departir amigablemente en voz baja.

Mientras confió el mozo, y la prendera supo hacerle esperar, en que la boda le proporcionaría cuartos, ocultó sus mañas; pero verificado el matrimonio, libre la madrastra, sujeta Engracia y chasqueado el novio, comenzó éste a dar mala vida a la muchacha. Afortunadamente, sus brutalidades duraron poco.

3 ¿Por qué somos tenidos por bestias? ¿En vuestros ojos somos viles? 5 Ciertamente la luz de los impíos será apagada, y no resplandecerá la centella de su fuego. 6 La luz se oscurecerá en su tienda, y su candil se apagará sobre él. 8 Porque red será echada en sus pies, y sobre red andará. 9 Lazo prenderá su calcañar; esforzará contra él los sedientos.

Quiso éste acompañarla hasta su casa: la prendera no lo consintió. Pero cuando se estaban despidiendo cruzó como un huracán a su lado don Laureano Romadonga. ¿Qué le pasa a ese hombre? preguntó la seña Rafaela. No ; va muy pálido. Nunca le he visto de ese modo.

Mientras caminaba hacia la Puerta del Sol en compañía de la prendera, con labio balbuciente y seductora timidez le hizo algunas candorosas confidencias sobre su situación y sus proyectos. La señá Rafaela sonreía siempre con extraordinaria complacencia, sorprendida de hallar en estos tiempos miserables un joven de corazón tan sano.

García permanecía silencioso también. Una arruga profunda cruzaba su frente, signo de intensa meditación. Al cabo, cuando ya se aproximaban al término del viaje, preguntó con afectada indiferencia: ¿Hace mucho tiempo que ustedes conocen a esa prendera que se llama D.ª Rafaela? , señor, hace ya algunos años que somos amigos respondió el artista con voz alterada.

, , D.ª Rafaela, por Dios, no me juzgue usted bueno... Soy muy malo... ya verá usted... La prendera no pudo menos de sonreír llena de benevolencia al ver el calor con que hablaba aquel inocente. Vamos, diga usted, criatura, diga usted. A ver qué maldades son ésas. ¡ que lo son!... ¡Ay, señora! La idea de que usted me tiene por mejor de lo que soy me martiriza.

Y aquella animosa mujer detuvo un coche que pasaba y se metió en él con las dos criadas, mientras su marido, sin dejar de sollozar, corría a la calle de Hortaleza, donde la vieja prendera tenía su domicilio. Doña Rafaela había estado en las Ventas del Espíritu Santo a recoger un dinero que le debían.

D. Jeremías ha hecho bien en perseguirme y en maltratarme de palabra y de hecho. Merezco mucho más. ¿Pero le ha maltratado de veras? preguntó sorprendida la prendera. , señora; días pasados, en la sacristía de San Ginés, me injurió y me abofeteó delante de varias personas. ¡Qué escándalo! No, no es escándalo, señora. El escándalo ha sido el mío cometiendo un delito.

Es guapa la chica y muy joven... y le sienta bien la corona manifestó la prendera después de calarse los lentes. Oiga, Godofredito, tengo una idea de que había usted pedido el retrato a Presentación, su antigua novia, para este mismo libro... , señora, se lo había pedido respondió el joven con embarazo. Y ya estaba grabado, pero las circunstancias... ya ve usted...