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Actualizado: 22 de mayo de 2025


«Al pobre Maxi dijo , le da ahora por llorar... No cesa de preguntarme si ha venido usted... Francamente, no qué responderle». Dígale usted que me he muerto replicó Fortunata. Y positivamente sería lo mejor... ¿Ha arreglado usted ya sus baúles? Me falta poco... Mire, mire... no me llevo nada que no sea mío. ¿Y sus alhajas? preguntó la viuda que custodiaba en su casa las de más valor.

Topé a mis compañeros, licenciado Brandalagas y Pero López, los cuales estaban estudiando en unos dados tretas flamantes. En viéndome lo dejaron, codiciosos de preguntarme lo que me había sucedido. Yo venía cariacontecido y encapotado, no les dije más de que me había visto en un grande aprieto.

¡Cuidado! gritaron a un tiempo el patrón y la madre, como se dice siempre después que le ha pasado a uno cualquier contratiempo. Saqué el pie chorreando agua y no pude menos de soltar una interjección enérgica. La madre se turbó y se apresuró a preguntarme con semblante serio: ¿Se ha hecho usted daño? La hermanita del cutis transparente se puso colorada hasta las orejas.

¡Don Quintín de mis entretelas! ¡Tanto bueno por mi casa! ¿Qué le trae a usted por aquí? Lo primero, el gusto de verla, que no es grano de anís; y luego... ¡Me lo he maliciado; preguntarme por la María! No crea usted que sólo por eso. Pues qué, ¿no es nada contemplar ese cuerpo tan hermoso? Déjese usted de requiebros. ¡Bonita me encuentra usted! Ni tiempo he tenido de ponerme el corsé.

»No era tan ignorante Lotario que, desde el primer punto que Camila le dijo que hiciese esconder a Anselmo, no hubiese dado en la cuenta de lo que ella pensaba hacer; y así, correspondió con su intención tan discretamente, y tan a tiempo, que hicieran los dos pasar aquella mentira por más que cierta verdad; y así, respondió a Camila desta manera: »-No pensé yo, hermosa Camila, que me llamabas para preguntarme cosas tan fuera de la intención con que yo aquí vengo.

El tiene veintitrés años y ella poco más de veinte: son jóvenes y hermosos, y el amor inflama sus corazones. »Antes, cuando Magdalena era niña, pensé mil veces con gusto en esta unión, y hoy tengo que preguntarme si mis actos son razonables y dignos de un hombre que en el mundo de la ciencia ocupa un lugar tan envidiable.

Esta es la verdad de lo que me sucede; le tengo a usted por buen amigo, y a usted se la declaro. ¿Para qué? me preguntó el médico, muy serenamente, después de contemplarme en silencio unos instantes. Por lo pronto le respondí , para que usted la conozca, y después, para que, si lo tiene a bien, me ayude con su autorizado consejo. ¿A qué? volvió a preguntarme con la misma serenidad de antes.

Después pasaba todos los días por ahí, y siempre que me encontraba en la calle me paraba pa preguntarme por doña Clarita. ¡Ay! un día me vió mi Pascual hablando con él, y por poco ... mi Pascual tiene un genio del demonio, y cuando se enfaa ... usted no supo cómo le pegó de cachetines al carnicero de ahí enfrente ... Luego, como es una así ... tan guapetona.

Y, ante este fenómeno, yo no puedo menos de preguntarme: ¿Hay muchas estatuas porque hay muchos grandes hombres, o hay muchos grandes hombres para que haya muchas estatuas? ¿Quién hace a quién? ¿El escultor es una consecuencia del grande hombre, o el grande hombre una consecuencia del escultor?

Me sentía terriblemente enfermo y sin fuerzas. El cochero, que había sido informado de mi herida por el vigilante, abrió la puertecita de la cubierta para preguntarme cómo estaba, pero yo apenas pude articular unas pocas palabras. Si la herida era sólo superficial, ciertamente el efecto que producía en era extraño.

Palabra del Dia

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