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Actualizado: 24 de septiembre de 2025
En tanto que Sancho Panza y su mujer Teresa Cascajo pasaron la impertinente referida plática, no estaban ociosas la sobrina y el ama de don Quijote, que por mil señales iban coligiendo que su tío y señor quería desgarrarse la vez tercera, y volver al ejercicio de su, para ellas, mal andante caballería: procuraban por todas las vías posibles apartarle de tan mal pensamiento, pero todo era predicar en desierto y majar en hierro frío.
El dilatar la fe, el predicar á los cristianos, el reducir á los gentiles, no parecía en él obra de virtud, sino inclinación y apetito natural; por lo cual no sabía vivir de otra suerte ni en otra ocupación recibía gusto, sino en esta de conducir almas al conocimiento y amor de Dios, y en este ejercicio estaba toda su quietud y descanso y para aliviarle en todas enfermedades, no había mejor medio que hablarle de nuevas empresas en bien de las almas, de la santa vida de los nuevos cristianos y de nueva conversión de infieles á la santa iglesia.
En cuanto á director espiritual, Doña Antonia tenía á un capuchino fervoroso y elocuente, cuya fama eclipsaba entonces la del P. Jacinto, el cual, como más tibio en el predicar y en el reprender, no hacía tantas conversiones ni traía al redil tantas ovejas descarriadas como su cofrade barbudo.
Estaba tranquilo, y como hablara de algo distinto de aquellas manías de la emanación del alma y de la doctrina que iba a predicar, se expresaba con seso y hasta con donaire. Poco a poco iban siendo menos los ratos de extravío, y se pasaba largas horas completamente despejado y tratando de cualquier asunto con discreta naturalidad.
Entre grandes y pequeños recogieron 36. Los cristianos del pueblo de la Concepción fueron á predicar la ley de Cristo á los Cosiricas, mas no sacaron más logro que los trabajos. Dos años antes habían ido á su Ranchería y habían traído cuatro para que viesen las Reducciones, en donde fueron recibidos con grande amor y cortesía.
Vencido y dado á los demonios, le catequizaron los protestantes, ajustándole para predicar y dar lecciones en la capilla, lo que él hacía de malísima gana y sólo por el arrastrado garbanzo. A Madrid vino cuando aquella gentil pareja, Don Horacio y Doña Malvina, puso su establecimiento evangélico en Chamberí.
17 Y le fue dado el libro del profeta Isaías; y cuando abrió el libro, halló el lugar donde estaba escrito: 18 El Espíritu del Señor es sobre mí, por cuanto me ha ungido para predicar el evangelio a los pobres; me ha enviado para sanar a los quebrantados de corazón; para pregonar a los cautivos libertad, y a los ciegos vista; para poner en libertad a los quebrantados;
Creyó notar que se prestaba dócil oído a sus cariñosas reprimendas, y se atrevió a predicar también sobre otro punto.
Cuanto más que, si bien caigo en la cuenta, este vuestro libro no tiene necesidad de ninguna cosa de aquellas que vos decís que le falta, porque todo él es una invectiva contra los libros de caballerías, de quien nunca se acordó Aristóteles, ni dijo nada San Basilio, ni alcanzó Cicerón; ni caen debajo de la cuenta de sus fabulosos disparates las puntualidades de la verdad, ni las observaciones de la astrología; ni le son de importancia las medidas geométricas, ni la confutación de los argumentos de quien se sirve la retórica; ni tiene para qué predicar a ninguno, mezclando lo humano con lo divino, que es un género de mezcla de quien no se ha de vestir ningún cristiano entendimiento.
Todo el mundo sabe que era un ser divino, que tenia la cola de oro, y una cabeza humana muy hermosa, y salia del mar para predicar en la tierra tres horas al dia. Tuvo muchos hijos, que todos fuéron reyes, como es notorio. En mi casa tengo su imágen, y la adoro como es debido. Lícito es comer vaca hasta no querer mas, pero es accion impía sobre manera guisar pescado.
Palabra del Dia
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