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Actualizado: 18 de noviembre de 2025
Lucha desconocida, lucha de muerte, desigual y ciega en que el pobre habitante de este suelo, héroe predestinado á la derrota, cuando su fuerza en el combate agota, pide favor al cielo contra el cielo. ¡Vida! ¡Horrible quimera! ¡Placer! ¿Dónde encontrarle, si en medio del placer no se le espera?
No dominó su voz en el Senado, Ni fué su lote ruinas y despojos, Ni leyeron su fin predestinado De una nacion en los inquietos ojos. Pero si el crímen no marcó sus pasos, Si al sólio entre matanzas no se alzaron, Ellos al mundo con impíos brazos De la piedad las puertas no cerraron.
El libro santo que tengo reservado para el inimitable mihrab que ha de ser la maravilla del Andalús, conservará la unidad de nuestra fé: inalterable é inflexible nuestra creencia, crecerá el islamismo pujante en Europa arrollando esa multitud de leyes, sectas é instituciones que traen divididos á los incultos Godos y Germanos, y la Ley del Profeta, que es hoy el vínculo áureo de su pueblo predestinado, será con el tiempo la férrea argolla que fuerce á los rebeldes imperios idólatras á prosternarse ante la Quiblah de la grande aljama.»
Montiño era, pues, un hombre predestinado. Pero como todos los predestinados, dudaba de su predestinación. Y luego decía : aunque todos lo dicen, es muy posible que todos se hayan engañado.
Su mismo hermoso cutis estaba predestinado a inyectarse, como el del señor Rosendo, que allá en la fuerza de la edad había sido, al decir de las vecinas y de su mujer, guapo mozo. Pero, ¿quién piensa en el invierno al ver el arbusto florido? Si Baltasar no rondó desde luego las inmediaciones de la Fábrica, fue que destinaron a Borrén por algún tiempo a Ciudad Real, y temió aburrirse yendo solo.
Su deformidad incipiente no era tal que le privara de los encantos de la niñez, antes bien daba risa verle erguir su cabezota con cierto aire de valentía, como un hijo de Atlante predestinado a superar a su padre en la facultad de cargar grandes pesos. «Deje usted al niño... Riquín, hijito; vas a irte un rato con Ramona... ¡Ramona!». Pero no le valieron sus artimañas.
¿Fue su alto y leal propósito a perderse en la inmensa vorágine de los opuestos intereses del mundo? ¿Cayó como granizo que se derrite al ardor impuro de la tierra, o gota de lluvia que en el mar se confunde sin alterar la muchedumbre de sus olas? ¿Fue hierro candente sumergido en el agua que chasquea y se queja pero al fin se enfría, o se desvaneció como el último eco de la onda sonora que desparrama su vibración en el espacio? ¿Fue, tal vez, como el grano de trigo que el viento orea en la parva y cae en el montón predestinado a la fecunda siembra? ¡Quién sabe!
Santiago León Santa María nació predestinado para la noble carrera de las armas, porque vio la luz del día, o por mejor decir, las sombras de la noche, en el momento mismo en que la retreta pasaba por delante de los balcones de la casa, de modo que hizo su entrada en el mundo a son de caja. Eso es cierto dijo la marquesa, sonriéndose.
Palabra del Dia
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