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Actualizado: 13 de mayo de 2025
El prebendado D. Cosme, leída la carta de mi tío, me recibió cordialísimamente, manifestándome que tendría gran placer en servirme en todo cuanto pudiese. Era un señor ya anciano, con los cabellos enteramente blancos y rosetas encarnadas en los pómulos, ojos vivos y francos y boca grande, sonriente.
Iba ciego; ciego de vergüenza y de ira. «¡Convidar al otro... a un prebendado de oficio... y desairarle a él... que era dignidad! ¡Siempre el enemigo triunfante!... Pero ya las pagaría todas juntas». Edelmira se cuenta como de la casa, pues en ella era huésped. Otros años no se celebraban de esta manera los días de Paco; los celebraba él fuera de casa.
Un Martes Santo, a la comida del mediodía, apareció en la mesa un huésped inédito: un sacerdote prebendado. Si me cruzo en la calle con él, o le hallo frente a frente en un tranvía, o come vecino a mí en una fonda de estación, apenas si me hubiera molestado en resbalar sobre él la mirada. Pero estábamos en la mesa redonda de una casa de huéspedes. Tenía razón el excelente don Amaranto.
A la salida del coro señalaba al chantre, un prebendado obeso, con el rostro cubierto de placas rojas. Mírelo usted, tío decía a Gabriel . Esa caspa que tiene en la cara es un recuerdo del pasado. Corrió mucho, sin fijarse dónde ponía el pie... ¡Pues con esa facha, todavía presume de conquistador!
Y en seguida le elogia la limpidez, la baratura y las virtudes higiénicas del agua, «creada por Dios para que no se beba vino». Es gazpacháfaga..... ¿Y quién no lo es en aquel país? ¡Desde el Prócer y el Prebendado hasta el mendigo, en diciendo que llega Mayo, todo el mundo se administra, cuando menos, un gazpachillo por día!
Mira de Mescua, capellán de los Reyes de Granada; el licenciado Mejía de la Cerda, relator de la Chancillería de Valladolid; el licenciado Navarro, colegial de Salamanca; D. Francisco Quevedo Villegas, caballero de la Orden de Santiago, señor de la villa de la Torre de Juan Abad; Luis Vélez de Guevara, gentilhombre del conde de Saldaña; D. Luis de Gonzaga, prebendado de la Santa Iglesia de Córdoba, y Lope de Vega Carpio, secretario del duque de Alba y del conde de Lemos.
De Pas nunca dejaba de ser el Magistral; pero demostraba, sin más que moverse, sonreír o mirar, que el prebendado, sin dejar de serio, podía ser hombre de sociedad como cualquiera. Uníase esta gracia a las cualidades físicas de que estaba adornado, a su fama de hombre elocuente, de gran influencia y de talento, y, como decía la marquesa de Vegallana, «era un cura muy presentable».
En todas las combinaciones del amor romántico había dado la imaginación de Ana muchas veces, menos en aquélla. «Se concebía el amor sacrílego de un sacerdote de ópera, ¡pero el de un prebendado con alzacuello morado!». Además la honradez protestaba también con su repugnancia instintiva. «Pero De Pas era digno de compasión. Doña Petronila era la que no tenía perdón.
Dirigiendo la mirada hacia un grupo donde estaba D. Acisclo, observé que nos miraban sonrientes. Después supe que éste les había dicho: Miren ustedes a Joaquinita con la caña. Por fin llegó la carta de mi tío, y dentro de ella otra muy expresiva para un prebendado de la catedral llamado D. Cosme de la Puente, recomendándome.
Así en realidad vino á ser este niño el primer coadjutor que hubo en la iglesia, y de 8 años tuvo voto en cabildo con las demas preeminencias y honores. Tanta era la facilidad de conceder Bulas y despachos en la curia romana, que era raro el prebendado que no padecia molestias sobre su prebenda.
Palabra del Dia
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