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En fin, y para no cansar a los lectores, consignaremos sin más preámbulo que el Preste Juan o soberano de aquella tierra que se llamaba entonces David, se enamoró perdidamente de donna Olimpia, y acabó por casarse con ella.

A eso voy contestó Tiburcio . Lo dicho hasta aquí es mero preámbulo antes de entrar en materia. Me han hecho proposiciones para ti y vengo a comunicártelas.

Y la Mariposa guiñaba sus ojos, contraía el negro agujero de su boca rodeado de arrugas, adivinando que sólo un suceso de gran importancia podía haber traído hasta allí a su nieto. Maltrana desechó todo preámbulo. Pasaba el tiempo; Zaratustra no tardaría en volver, y él deseaba hablar a solas con la anciana.

Un instante después atravesaba la plaza con paso diligente e iba a llamar a casa del cura con gran admiración de los muchachos. Liette, que le había seguido con tierna mirada, se volvió entonces hacia el notario. ¿Qué hay? le preguntó sin otro preámbulo.

Y con lo dicho basta para preámbulo, pues ni MARTÍN FIERRO exige más, ni Ud. gusta mucho de ellos, ni son de la predilección del público, ni se avienen con el carácter de Su verdadero amigo JOS

Mira otra vez el reloj. La una. Fué á esta misma hora dice sin preámbulo, saltando del pensamiento á la palabra para continuar un monólogo mudo . Hoy hace cuatro meses. Y mientras él sigue hablando, yo veo la noche obscura, el valle cubierto de nieve, las montañas blancas, de las que emergen hayas y pinos sacudiendo al viento las vedijas algodonadas de su ramaje.

Yo no tenía de él la menor noticia, dado que ya estuviese escrito. Ha sido, pues, una coincidencia, para harto desagradable, la semejanza ó analogía del asunto de tan aplaudido drama con el asunto de mi pobre novela. ¡Hombre... eres famoso! ¿Después de tanto preámbulo te vienes con una preguntilla tan baladí?

Y sin más preámbulo voy a empezar por la flamante novela titulada Justa y Rufina, cuyo autor es el presbítero D. Juan F. Muñoz Pabón. La sencillez y castiza naturalidad del estilo hacen simpática dicha novela desde que se lee la primera página y nos estimulan a proseguir y a terminar su agradable lectura.

¡Basta de preámbulo, y al hecho! exclamó el presidente de un tribunal, interrumpiendo a un abogado que se andaba con perfiles y rodeos en un alegato sobre filiación o paternidad de un mamón. El letrado dijo entonces de corrido: El hecho es un muchacho hecho: el que lo ha hecho niega el hecho: he aquí el hecho. Con la batalla de Ayacucho quedó afianzada la Independencia de Sudamérica.

Marisalada, que no la echaba de devota, y que no se cuidaba mucho de ejercer su habilidad bajo aquel maestro al cembalo, respondió al veterano con un no pelado, sin preámbulo y sin epílogo. Este monosílabo aterró a don Modesto más que una descarga de artillería; y no supo qué hacer.