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Actualizado: 4 de julio de 2025
La misma personalidad física del pintor se le representaba bajo una nueva faz, sintiéndose herida por la dignidad natural de su andar, que traía a la memoria la marcha al mismo tiempo potente y ligera de los grandes felinos; se sentía herida por el brillo resplandeciente de su frente, por la enérgica acentuación de su tranquilo rostro, al cual sus cabellos, ya hoy ligeramente emblanquecidos, revestían de una extraña y suave aureola; se le aparecía, en fin, transfigurado cual si los pensamientos que lo ocupaban y lo sostenían en aquellos días supremos lo hubiesen envuelto en un nimbo de sobrenaturales resplandores.
A la segunda visita, después de perfumarse los cabellos, rindiose con frenesí tan severo, que el amor parecía entre sus brazos acto ritual y sagrado. Sus labios se entreabrían con doble sonrisa de deleite y sufrimiento, como si hubiera querido remedar el primer goce doloroso de las vírgenes. El imán de aquella sensualidad se fue haciendo cada vez más potente.
Los dignatarios, resplandecientes de joyas y de veneras, ocupaban los escaños del centro. El canto de las letanías seguía resonando bajo las bóvedas, potente, monótono, sublime. Por fin los diáconos aparecen recubiertos de blancas vestiduras.
¡Granada, mi Granada! yo soy tu peregrino que vago en lo pasado, buscando gloria y fe: yo tengo entre sepulcros abierto mi camino, é impúlsame potente la mano del destino, á recibir aliento de lo que grande fué.
¿Le gusta á V.? me dijo mi excelente amigo Pardo Pimentel, comerciante radicado hacía años en Lucban, viendo la profunda atención con que escuchaba una melodía del Fausto, tocada al piano por la mestiza. No sé qué decir á V., contesté la estatua es correcta; pero el espíritu que la anima me parece frío cual el mármol. Frío, no; dotado de una potente fuerza de disimulo, sí.
El crespón es el que ha ido decayendo desde 1840, no sólo por la citada evolución de la seriedad europea, que nos ha cogido de medio a medio, sino por causas económicas a las que no podíamos sustraernos. Las comunicaciones rápidas nos trajeron mensajeros de la potente industria belga, francesa e inglesa, que necesitaban mercados.
Deshacíase en lágrimas la triste, y Cervantes no podía ver si era joven o vieja, porque a más del manto que su cabeza cubría, caíanla sueltas sobre el semblante dos grandes y pesadas crenchas de negrísimos cabellos; pero reparando bien, y Cervantes reparó, porque tenía el alma viva y potente, y aunque la embargase un cuidado, perspicacia hallaba y reflexión y fijeza para lo que ante él de súbito aparecía, sacábase en claro, que joven y hermosa debía ser, porque unos tales, tan ricos y tan sedosos cabellos, parte eran de una hermosura, y demostración de juventud, y Dios no da comúnmente de una hermosura una parte, sin dar también las otras partes que a un hermoso todo contribuyen.
Al amanecer del diez y ocho nos encontrábamos muy cerca de los peligrosos arrecifes que rodean la pequeña isla de las Cabras, la que separa á la de Guajan un estrecho canal de fondo madrepórico. La vegetación de la isla se presentaba con toda la potente exuberancia de vida de los trópicos.
Los brazos que se juntaban indiferentes en torno de la dormida criatura, comenzaron a temblar y a estrecharla convulsivamente. Y después, con un impulso profundo, potente, prorrumpió en sollozos, y atrajo hacia su seno a la niña una y otra vez, como si quisiese sustituirla a la que allí había guardado en otro tiempo.
Por el contrario, empujados y oprimidos por el potente movimiento que la población ha tomado allí en los últimos años, van abandonando el territorio: ya tiene el raquero cien Argos que le contemplan, y no puede pasearse erguido como antes, señor de aquella ínsula remota.
Palabra del Dia
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