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Actualizado: 14 de junio de 2025
Pues allí lo tiene usted, en aquel rinconcito. ¡Qué loca eres, Pepita! exclamó Joaquinita, riendo también. En el rincón que señalaba con la mano había una mesilla, y sobre ella una botella de agua con algunos vasos. En nuestros buenos tiempos, poníamos azucarillos. Era el siglo de oro de la casa de Anguita. Ahora, hijo mío, estamos en plena decadencia.
Toda la costa nos pertenecía, en todas partes bailábamos, pasábamos el domingo entero en fiestas y por la noche, o el lunes de madrugada, nos poníamos en viaje para la ciudad. El pobre viejo se animaba con sus recuerdos, y después, como despertado de su sueño por el presente, proseguía: ¡Qué disparate he hecho en casarme, Julio, con una mujer tan joven!
Estos broqueles dimos á algunos indios Yapirús, con una hoz; y entre dos indios poniamos un arcabucero.
Afanosos para imitar las grandes cosas de los hombres, los chicos hacíamos también nuestras escuadras, con, rudamente talladas, a que poníamos velas de papel o trapo, marinándolas con mucha decisión y seriedad en cualquier charco de Puntales o la Caleta.
Añadiendo también estos párrafos que explican la misión de los hermanos: «Cuando veíamos alguna mujer ó hombre que andaba pidiendo limosna con muchachos se los quitábamos, y llevábamos á la casa porque no se quedasen toda la vida pordioseros y los poníamos con amos á su servicio.» «Item, que cuando sabíamos que alguna niña había quedado huérfana por haberle faltado padre ó madre y no tener de qué sustentarse, la llevábamos á Casa y así de ordinario las había en ella de seis y siete años y niños de dos á tres años y lo hacíamos lavar, limpiar y envolver, teniendo para esto una mujer anciana, honrada que lo hacía amaneciendo ellos todas las mañanas de tal suerte que era asco llegar á ellos y asi lo lababan y limpiaban y vestian camisa limpia y si la mujer no hiciere esto con caridad como lo hacia con ningun interés se le podía pagar.»
Si no salía honrada e cumplida, como era menester, no la poníamos en la lonja por todo el oro de las Indias. ¡Ah, cuando estaba yo por rematar una hoja e sacábala por última vez de las ascuas, color de hígado, y le untaba la riñonada para ponella a enfriar punta arriba, me temblaba el corazón, señor hidalgo! Ramiro observó de reojo a su interlocutor.
Poníamos unos andamios, raspábamos toda la parte descubierta y volvíamos a torcer el casco al lado contrario y a rasparlo. Todas las precauciones eran pocas para poder huir rápidamente, en caso de ser perseguidos. Llevaba ya varios años en El Dragón, pensando algunas veces abandonar aquella vida.
Tenía bastante con sus recuerdos. El y Old Sam eran los únicos a quienes el capitán pagaba con exactitud la soldada. Nissen nos salvó de muchos peligros. Nosotros, la cuadrilla de vascos, ya habituados a aquella vida extraña e indiferentes a todo cuanto pasaba a nuestro alrededor, nos poníamos a jugar a la manilla o al truque nuestros ahorros.
Hace cuatro meses desto, y ya mi madre, por amor mío, había pretendido salir a mendigar de noche, yéndose a las puertas de las iglesias donde había ejercicios; y yo por mí no se lo hubiera consentido, pero por ella consentilo y acompañela, y ambas a dos, en cuanto la noche cerraba, a la iglesia más próxima donde había ejercicios nos íbamos, y a su puerta nos poníamos rebozadas, y aun a pesar del rebozo avergonzadas, y trémulas, y poco menos que agonizando.
Pues, señor, nos poníamos los tres al anochecer de los domingos del verano, después de nuestra partida de jito, á la puerta del balcón, y dale que le das á los instrumentos, llegábamos á reunir en la calle una romería.
Palabra del Dia
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