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Actualizado: 13 de junio de 2025


Por fin, un día se volvió desde la esquina y le hizo un nuevo saludo con la mano. "Vamos, he perdido la vergüenza", murmuró después poniéndose colorada. Y tan verdad era, que desde entonces no pasó otra vez sin hacer lo mismo. Pero aquella situación, aunque graciosa y original, iba pareciéndole pesada.

Luego le hicieron poner un vestido de lana burda y negra muy sencillo; pero aquellas prendas sólo eran de indispensable uso al bajar a la capilla y en las horas de rezo, y podía quitárselas en las horas de trabajo, poniéndose entonces una falda vieja de las de su propio ajuar y un cuerpo, también de lana, muy honesto, que recibían para tales casos.

Era algo de irresistible novedad para este ruedamundo que sólo había conocido cobrizas de carcajada bestial, asiáticas amarillentas de gestos felinos ó europeas de los grandes puertos, que á las primeras palabras piden de beber y cantan sobre las rodillas del invitante, poniéndose su gorra como testimonio de amor. Cinta este era su nombre parecía conocerle toda su vida.

El marroquí no se movía, la cara vuelta hacia el sol, como un pedazo de carne que se quisiera tostar. Tirole la anciana una, dos, tres piedrecillas, hasta que consiguió acertarle. Almudena se movió con estremecimiento; y poniéndose de rodillas, exclamó: «B'nina, B'nina.

¡Oh! ¡No, señor! exclamó toda turbada la joven, poniéndose roja. El señor coadjutor no tiene aspiración ninguna. Está tan contento con el cargo como sin él. Nada sabe ni nada quiero que sepa... He sido yo quien por el odio que me inspira la injusticia me atreví a dar este paso... acaso imprudentemente... ¡Sin acaso! ¡Sin acaso! murmuró el prelado, sacudiendo la cabeza.

El buen avaro, bien como se vió señalado y proclamado por el más rico del auditorio, dió un paso atrás, y poniéndose entrambas manos en los bolsillos, daba al diablo al perro, y apellidaba aquello por algo de brujería.

¿Sabe usted respondí señor clerigón-entrometido, que si no se me quita de delante ahora mismo, le enseñaré a ser comedido y a no meterse en camisa de once varas? Comprendido, comprendido repuso poniéndose como de almagre su abominable rostro, y echándome de lleno su insolente mirada . Sigan los pimpollitos su camino. Adiós...

El viejo da un salto y echa una mano en la calva; mira a todas partes... nada. ¡Está bueno! dice por fin, poniéndose el sombrero; algún pillastre... bien podría irse a divertir... ¡Pobre señor! dice entonces el calavera, acercándosele; ¿le han dado a usted? es una desvergüenza... ¿pero le han hecho a usted mal?... No, señor, felizmente. ¿Quiere usted algo? Tantas gracias.

Después la madre y mujer del difunto van al templo con su ofrenda, poniéndose cerca del Tabernáculo.

Celipín enarboló su palo con una decisión que probaba cuán templada estaba su alma para afrontar los peligros del mundo; pero su intrepidez no tuvo objeto, porque era un perro el que venía. Es Choto dijo Nela temblando. Agur murmuró Celipín, poniéndose en marcha. Desapareció entre las sombras de la noche. La geología había perdido una piedra y la sociedad había ganado un hombre.

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