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Actualizado: 24 de mayo de 2025
Hablemos del Condesito de la otra noche. Bien sé que no le amas. Demos gracias a Dios de que no te ha hecho tan inflamable que te pongas a amar a un hombre sólo con verle de pasada. No es de presumir tampoco que él esté perdidamente enamorado de ti. Tampoco los hombres se enamoran de súbito.
Hombre, a ver si echas de una vez ese pelo. Tienes la cabeza como la de un ratón acabado de nacer... Te digo que te sientes y que te pongas la gorra. Aquí no se gastan cumplidos. Conque cuéntame: ¿trabajas o no?».
Lo que yo digo, ¡caramba! ya que la lleve a una el diablo, que la lleve en coche. Oye, tú saltó Valentina levantando el rostro con su ceño habitual algo más pronunciado, no te pongas tan fanfarrona.
11 Por tanto yo no reprimiré mi boca; hablaré con la angustia de mi espíritu, y me quejaré con la amargura de mi alma. 12 ¿Soy yo un mar, o dragón, que me pongas guarda? 13 Cuando digo: Mi cama me consolará, mi cama atenuará mis quejas; 14 entonces me quebrantarás con sueños, y me turbarás con visiones. 18 y lo visites todas las mañanas, y todos los momentos lo pruebes?
Quiso Dios cumplir mi deseo y aun pienso que el suyo; porque, como comencé a comer y él se andaba paseando, llegóse a mí y díjome: "Dígote, Lázaro, que tienes en comer la mejor gracia que en mi vida vi a hombre, y que nadie te lo verá hacer, que no le pongas gana, aunque no la tenga." "La muy buena que tú tienes, dije yo entre mí te hace parescer la mía hermosa."
Acercóse á ella y, sacudiéndola por el brazo, profirió con ira concentrada: ¡Niña! ¡niña! ¡niña! ¿qué estás ahí diciendo? El cariño que te he tenido no te autoriza para insultarme. No te pongas tantos moños.
Carga con ellos y así te perniquiebres repuso D. Manuel sonriendo. Pero no basta eso. Es preciso que pongas una orden a tu administrador para que me los entregue. Aquí, en este papelito... Ya que tienes la pluma en la mano no me voy sin la orden. Luego acabarás tu carta.
Yo la traía en palmitas, yo la engañaba con buena sombra, ocultándole nuestra miseria, y poniendo mi cara en vergüenza por darle de comer conforme a lo que era su gusto y costumbre... En fin, lo pasado, como dijo el otro, pasó. Vámonos, Almudena, vámonos de aquí, y quiera Dios que te pongas bueno pronto para tomar el caminito a Jerusalén, que no me asusta ya por lejos.
Bien vista la cosa no era para tanto, y acaso he pasado días muy amargos sin que hubiese motivo para ello. El día que nos veamos te contaré todo. ¿A qué perder el tiempo en referir cosas desagradables? No te pongas a cavilar en esto. Chismes villaverdinos... y ¡nada más! «Debo decirte que hace tres días me separé de la casa de don Juan.
Procuraban todos aplacarle, y la madre decía: «No seas loco, hijo mío. Vaya, puedes montarte a caballo en la viga del patio, y te permito que le pongas al gato las cáscaras de nuez en sus cuatro patitas.»
Palabra del Dia
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