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Actualizado: 6 de junio de 2025
Se casó con ella en 1855, y el año siguiente reservaba un gran dolor y una grande alegría: la muerte de su anciana madre y el nacimiento de su hijo Juan. Con seis semanas de intervalo, el abate Constantín recitó la plegaria de los muertos en la tumba de la abuela y asistió, en calidad de padrino, al bautismo del nieto.
Es la hora en que los niños hablan con otros séres, y mientras que corremos tras extraños placeres, ellos murmuran todos una plegaria igual; y con las manos juntas, de rodillas postrados, piden, hácia los cielos los brazos levantados, gracia para nosotros al Padre Universal.
«Aquí se viste.... aquí vive.... aquí se peina.... aquí duerme.... aquí sueña!.... En esa almohada reclina su cabeza.... este armario guarda sus secretos.... aquél es el perfume en que humedece sus rizos. Allí están la imagen a quien reza la plegaria cortada por el sueño, y las sábanas a cuyo frío contacto se estremece su divino cuerpo.»
Siempre, en tales ocasiones, las dos terribles mujeres se burlaban de su angustia, y la escena terminaba con el mote convenido. La santa... es la santa.... ¡pobrecita!... Ella, entonces, erguía su corazón acobardado para decirle a Dios en íntima plegaria: ¡Y bien, Señor, yo quiero ser santa; es preciso que lo sea...; hazme santa, Dios mío..., hazme santa de veras!
Para que á todos llegue mi plegaria Cuando percibo ya la luz de Dios, Aun sostengo mi piedra funeraria... El brazo cae... la piedra cae... ¡Adios!
Quisiera tener amigos en toda la tierra, interesar a la Naturaleza entera en mi suerte, emocionar hasta a las mismas piedras y que de los cuatro puntos del mundo se elevase al cielo una tal lamentación y una tal plegaria, que Dios se conmoviese. El es bueno, es justo; yo no le he desobedecido jamás, nunca he hecho mal a nadie.
Vivía así con ellos, mientras mis días se sucedían vacíos y sin gozo, como los anillos de una cadena sin fin. En el curso del tercer año, Marta me confió que el deseo más ardiente de Roberto iba a realizarse, que la plegaria que tan a menudo ella había rezado en el silencio de la noche, había sido oída: se sentía madre.
Era domingo, y el buque protestante lo anunciaba a sus gentes con este salmo instrumental, que recordaba a muchos una ópera de Meyerbeer. Se apagó al fin la música, sin otra consecuencia que haber turbado durante algunos minutos los ronquidos de los pasajeros, llamados inútilmente a la meditación y la plegaria.
Notas largas, llenas, plañideras como las de una plegaria sin dejar de ser varoniles, se escapaban del viejo instrumento; el P. Florentino que era un acabado músico, improvisaba y como se encontraba solo, daba rienda suelta á las tristezas de su corazon. En efecto, el anciano estaba muy triste. Su buen amigo, don Tiburcio de Espadaña, acababa de dejarle huyendo de la persecucion de su mujer.
Hubiérase dicho que la ciudad se hacía toda armoniosa, metálica, vibrante, y resonaba como un solo bronce, en el transporte de su plegaria. Doña Guiomar, dejándose caer de hinojos, entonó en alta voz las palabras del Angelus. Todos, imitando su movimiento, se dispusieron a responder. El escudero balbuceó las avemarías alzando el rostro y juntando las palmas como los niños.
Palabra del Dia
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