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Actualizado: 23 de octubre de 2025


Pues bien; voy a deciros lo que quiero, pero antes sacudíos la borrachera, y escuchad, si os place dijo Godfrey con acento furioso; el mismo había bebido más de la cuenta, a fin de convertir su tristeza en cólera ciega . Quiero deciros que es preciso que le entregue al squire ese arriendo de Fowler, o que le advierta que os lo he dado; porque amenaza con el embargo, y todo se descubrirá, que yo lo informe o no.

Hémosle dicho tus buenas habilidades, y deseamos que las muestres y nos saques verdaderos; y así, te ruego por tu vida que te sientes y cantes el romance de tus amores que te compuso el beneficiado tu tío, que en el pueblo ha parecido muy bien. -Que me place -respondió el mozo.

Eso no es decir nada. ¡No parece sino que el asunto no te interesa tanto como a ! Yo no lo declaro definitivo mientras no hagas en él las modificaciones que creas convenientes o lo varíes por entero si te place. El mismo interés tengo en ir a París y Roma que a Berlín o a Londres. ¡Figúrate lo que me importará, yendo contigo, viajar por un lado o por otro! Lo que determines estará bien.

Cada vez menos le place la compañía de los hombres. Su carácter se ha hecho más receloso y melancólico. El pecado aniquiló los débiles gérmenes de alegría que la naturaleza había depositado en su corazón.

Despidiéndose de su venerable huésped, se aleja meditabundo, llevándose aquellos gratos recuerdos que no olvidará en mucho tiempo. Si en semejante situacion de espíritu, le place á nuestro poeta intercalar en sus relaciones de viaje algunas reflexiones sobre los institutos religiosos, ¿qué os parece que dirá? Es bien claro.

Amargo y dulce á la vez, ó como si dijéramos, un favor y un disfavor. ¿No queréis hacer vos mismo alguna pregunta? Si me lo permitís. ¿Os place decirme, señora, qué sucede allá en el castillo de Monteagudo? Para contestar á esa pregunta necesito posar mi mano sobre una persona cuya memoria y cuya mente estén fijas de continuo en ese castillo de que habláis. ¿Vuestra mano?

¡Que me place! dijo el Sultán . ¿Y dónde está ese Rey tan deseado? ¿Por qué no entra? Que venga, traédmelo aquí, luego, al punto... Pues ved ahí el caso dijo Abu-el-Casín. Habla replicó el Sultán. Y el capitán comenzó su relato de esta manera:

Tan luego como entramos en una ciudad que desconocemos del todo, y un cuarto de hora despues de establecernos en un hotel, salimos á la calle, y sin guias, sin commissionnaires, solos completamente, avanzamos en la direccion que mas nos place.

Yo os conozco, ¡vive Dios! dijo el de la capilla poniéndose de pie y dejando caer el embozo. ¡Mi buen Juan! exclamó con alegría Quevedo. ¡Mi buen Quevedo! exclamó con no menos alegría Juan Montiño, que él era. -Diez años me dais de vida; ¡apretad! ¡apretad recio! ¡Que me place! ¡siempre el mismo! No tal; contempladme espectro. ¡Vos espectro! Quedé pobre. ¡Pobre vos!

¡Muera entonces el perro morisco! volvió a gritar San Vicente. Hablad más quedo, señor regidor; no sea que os preste ayuda la ronda. No la he menester. Pues busquemos, si os place, algún sitio más apartado, donde el rumor de las espadas no haga asomar a alguna dueña pensando que es el oro de vuestra bolsa. Vamos donde gustéis.

Palabra del Dia

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