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Actualizado: 17 de julio de 2025
La fila de tílburis se estaciona a lo largo de la ancha acera; de cada uno baja ligeramente el corredor, abandonando las riendas en manos del lacayo, sube aprisa la escalinata y se pierde en el grupo numeroso del pórtico. A bocanadas sale a la calle el rumor de adentro, y arrecia por instantes la agitación y el vocerío; una sola pregunta rueda en todos los labios: ¿A cuánto el oro?
La res sangrienta deja en la grama, y en una piedra que besa el agua, se sienta y mira, miéntras descansa, absorto, inmóvil, la faz nublada, el sonoroso raudal que canta, y sobre el lecho de piedras salta, y allá se pierde, y allá se escapa, cual las mentidas sombras livianas de los ensueños de la esperanza.
Unos y otros, amoldándose al medio social, cuando trabajan en España, donde las costumbres eran menos suntuosas y el espíritu religioso más austero, comienzan a imprimir al arte patrio sello propio: el Renacimiento pierde en sus manos toda profanidad, se despoja de sensualismo pagano, de sentido literario, y gana en severidad y vigor lo que pierde en gracia, poesía y elegancia: nuestro arte, como nuestra vida, adquiere un tinte de grandiosa tristeza: sobre ambos impera la melancolía que destilan los libros místicos.
La ausencia de estos dos últimos hería, más que ninguna otra, el amor propio de Currita, porque eran él y ella de esos pájaros que se retiran a tiempo del árbol que pierde su sombra y tienden el vuelo hacia el que comienza a verdear.
Y su hijo, aquel retoño en el que había puesto sus esperanzas, el destinado a elevar la casa a su mayor gloria, el que había de ser personaje en Madrid, y al nacer encontraba el camino hecho, arrojaba por la ventana todo el trabajo del padre con el fácil abandono con que se pierde lo que no costó nada de ganar. ¡Bien se veía que no había conocido los tiempos malos!
Con lo cual, y como justo castigo á cuanto rompe estúpidamente la inexorable ley de las proporciones, la figura capital, lejos de ser engrandecida y mejorada, pierde, por efecto de la sombra que sobre ella proyectan los demás, mucho de su orgulloso relieve y prestigio.
Pierde cuidado... Vázquez es ahora lo de menos... ¡Lo asombroso es que hayas agitado de ese modo con tu fantástico personaje a todo el público!... El caso es interesantísimo ejemplo de cómo nacen los mitos; de cómo la inofensiva creación de una chica retirada y tranquila puede dar origen a sólidas creencias y hasta a pasiones políticas... ¡Si no salgo de mi asombro!
Paula arrancó de una vez al pobre párroco de Matalerejo, el más casto del Arciprestazgo, el resto del precio que ella había puesto al silencio. ¡Con qué fervor predicaba el buen hombre después la castidad firme! «¡Un momento de debilidad te pierde, pecador; basta un momento!
¡Válgame Dios, hijo mío! ¡Qué delirio! ¡Qué sacrificio inútil: Y dime... ese motivo secreto... ¡Confiar así á D. Casimiro la honra de una familia ilustre!... Yo no le he confiado nada. ¿Pues de qué medio te has valido? De una mentira; pero mentira indispensable y con la cual nadie pierde. ¿Puedo saber esa mentira? Todo lo va V. á saber. El padre prestó la mayor atención.
Del torbellino de polvo que levanta éste al caer, vese salir al jinete corriendo, seguido del caballo, a quien el impulso de la carrera interrumpida hace avanzar obedeciendo a las leyes de la física. En este pasatiempo se juega la vida y a veces se pierde.
Palabra del Dia
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