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Actualizado: 26 de junio de 2025
En el día, aunque no los estrechan tanto los curas, la costumbre de ellos no les hace pensar en casarse hasta después de Semana Santa, y para ello es preciso que los curas les amonesten que procuren casarse, para retirarlos así de los amancebamientos que tienen, tal vez con sus hermanas; y son tales los indios que no piensan en tomar estado hasta que se lo manda el cura o sus padres, no atreviéndose ellos a determinar por sí mismos materia en que tanto se interesa su bien en todo el resto de la vida.
Sí, señores; me hacía ojitos. Ustedes están todavía en la edad en que una cosa así les pasa a menudo; pero, cuando hayan cumplido los cuarenta y tengan plena conciencia de su vientre gordo y de su calvicie, verán ustedes qué agradecimiento sienten para con la camarera o la primer criada que se les presente y que se tome el trabajo de dirigirles miraditas... ¡Y piensan, pues, lo que será cuando se trata de una maravilla semejante, de una criatura de lo más elegido y de lo más gracioso!...
¿Cómo explicar de otro modo decía ufano el parlante el robo de esta joya? Unos conjurados no piensan en robar; ¿qué tienen que ver aquí alzaba la voz, vanaglorioso con la distinción los delitos comunes con los políticos?
Pues, ¿qué cuando prometen el fénix de Arabia, la corona de Aridiana, los caballos del Sol, del Sur las perlas, de Tíbar el oro y de Pancaya el bálsamo? Aquí es donde ellos alargan más la pluma, como les cuesta poco prometer lo que jamás piensan ni pueden cumplir.
Los judíos españoles vieron cercano el instante de quebrantar sus cadenas; i asi comenzaron á cobrar aliento, de la misma suerte que aquellos que caminan llevando sobre sus hombros un grave peso. Luego que rinden la carga que los fatigaba, ni piensan en los trabajos pasados, ni en el descanso presente, i solo reciben contento con el placer de que ya respiran con toda libertad sus corazones.
¡Qué gusto, saber lo que piensan esos bribones de hombres, cuando no las echan de gran corazón!... ¡Cuánto me alegro de que me admita usted a conocer las lucubraciones de esos caballeros!... Y con más motivo dijo la de Ribert, puesto que encuentro que las dos cartas de que se trata, le convienen a usted bastante...
Vienen por Menjíbar, y anuncian que de esta noche a mañana llegarán a casa, donde piensan detenerse algunos días, no sólo para tomar descanso, sino para que ambas familias se conozcan y traten, pues son ramas que van a injertarse, formando un solo árbol frondoso que eche profundas raíces en el suelo de la nación, y dé sombra a numerosa, ilustre prole. Sí; ya sé que el señorito se casa...
Mejor resguardados los balanos merced á su ciudad fortificada, cierran sus cuádruples ventanales. Mañana les veréis todavía en aquel sitio. ¿Acaso en medio de su inercia no sueñan con el movimiento? ¿No tienen una idea confusa y el amor de lo desconocido? ¿Ignoran que algún ser benéfico se aparecerá en ciertos momentos á refrescarles y alimentarles?... ¡Oh, no! piensan en todo esto, y aguardan.
Cuando se escribe en público hay siempre algunas formalidades que cubrir, y muchas consideraciones que guardar; no pocos dicen lo contrario de lo que piensan; y hasta los mas rígidos en materia de veracidad se hallan á veces precisados ya que no á decir lo que no piensan, al ménos á decir mucho ménos de lo que piensan.
Si se suman los millones, tal vez no quepan en la Tesorería Federal. Y lo más gracioso es que los que escriben esto piensan al mismo tiempo: «¿Dónde demonios estará la puerta de la oficina en la que se hacen tales compras?... ¿Quién será el encargado de recibir á los que desean venderse?...»
Palabra del Dia
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