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DULCE DE MELOCOTÓN. Se pesa la misma cantidad de azúcar que de melocotones, se frotan éstos, se meten en agua hirviendo y se separan del fuego, dejándolos allí hasta que el agua se enfríe, se sacan con cuidado a otra agua fría, y se tienen veinticuatro horas cambiando de agua cada doce; con los dedos se les quita la piel con mucho cuidado, y se meten en el almíbar, que se habrá hecho aparte, y cuando éste está frío, se acerca a fuego suave, y se hace cocer hasta que tome punto.

Se oyó un murmullo entre los encopetados y reverendos ocupantes del balconcillo; y el Gobernador Bellingham expresó el deseo general, al hablar con acento de autoridad, aunque con respeto, al joven clérigo á quien se dirigía. Mi buen Señor Dimmesdale, dijo, la responsabilidad de la salvación del alma de esta mujer pesa en gran parte sobre vos.

Todo puede ser puesto en duda, la belleza, el mérito, hasta la juventud, puesto que no se tiene en el mundo más que la edad que se representa y los sabios artificios de una mujer de cuarenta años hácenla asemejarse a otra de veinticinco. Solamente la fortuna se pesa y se mide y sólo las cifras tienen una realidad inflexible.

Ahora estaba de moda la delgadez. La mía pesa ciento seis declaró Montaner, el comerciante de Montevideo. ¡Buena! afirmó Manzanares con autoridad . ¡Buena debe ser!

DULCE DE FRESA. Se pesa igual cantidad de fresa que de azúcar; se limpian muy bien las fresas, se les quita los tallos y se echan en agua hirviendo, sacándolas en seguida al agua fría; a los cinco minutos se ponen a escurrir, y entretanto se hace almíbar con bastante punto; se deja enfriar para mezclarlo con la fruta y a fuego lento se hace hervir hasta que esté en su punto.

Últimamente le ha dado, según me han dicho, por bañarse todos los días en una porción de aguas, hasta que la última quede siempre tan cristalina como antes de meterse en ella. El mejor día le van á salir escamas al pobre señor, aunque ya me parece que vive escamado... y hace bien, porque su mujer vale lo que pesa.

No; soy hijo bastardo del duque de Osuna. ¡Oh, me alegro, me alegro! exclamó fingiendo la alegría más verdadera la Dorotea; vos no debíais ser hijo más que de un gran señor. Pues me pesa, señora, de no ser verdaderamente hijo del honrado hidalgo á quien he tenido por padre hasta anoche.

A ti te pasan cosillas muy curiosas, picarona, y todas me las vas a decir, todas. Verás como no te pesa; verás como soy un buen confesor. La Nela sonrió con tristeza. Después bajó la cabeza, y doblándose sus piernas, cayó de rodillas. No, tonta, así estás mal.

11 Cuando algunos riñeren juntos el uno con el otro, y llegare la mujer del uno para librar a su marido de mano del que le hiere, y metiere su mano y le trabare de sus vergüenzas; 12 le cortarás entonces la mano, no la perdonará tu ojo. 13 No tendrás en tu bolsa pesa grande y pesa chica. 14 No tendrás en tu casa efa grande y efa pequeño.

Ya en una ocasión se han tirado unos a otros a la cabeza los materiales de la grande obra; el suelo ha salido de madre como un río de su álveo; las casas se han desmoronado... era el amago de la confusión, de la no inteligencia. ¡Una cadena nos pesa! dijeron: y en vez de añadir: ¡Fuera cadena! clamaron: ¡Otra qué no pese! Risum teneatis.