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Actualizado: 20 de julio de 2025


Las monjas que las vigilaban permitían aquella infracción a la regla, porque ellas tampoco podían resistir, y cerrando dulcemente sus ojos y arrullándose en un plácido arrobo, conservaban en las facciones, como una careta, el mohín de la maestra, cuya obligación es mantener la disciplina.

Cuidaban de los enfermos con aquella asistencia que las circunstancias permitían; la falta de médico la suplían con enfermeros, que llamaban curusuyás, que a lo más sabían sangrar y aplicar algunos remedios que el padre le decía eran buenos, o a ellos les parecía lo eran.

Como mis padres no me permitían más compañía que la de otros muchachones tan ñoños como yo, no sabía ninguna suerte de travesuras, ni habia visto a una mujer más que por el forro, ni entendía de ningún juego, ni podía hablar de nada que fuera mundano y corriente.

Pero eran guerras con pequeños ejércitos, que no alteraban la vida del país; guerras sostenidas por tropas de combatientes voluntarios y profesionales; una especie de lujo sangriento, de elegancia mortífera, que se permitían nuestros viejos emperadores de tarde en tarde.

Así había llegado á ser mujer. Varios negocios casuales del padre les permitían continuar esta existencia de pobreza brillante y costosa. El proyectista consideraba necesario tal aparato para sus futuros negocios.

Quedó entre nosotros el gigante viejo tan desamparado y falto de medios cual se ve usted ahora. Además, como sus años no le permitían vivir en un mundo tan nuevo para él y tan falto de las comodidades que necesita la vejez, murió al poco tiempo.

Una noche, al salir Nogueras del Teatro de Apolo, dio con él en la acera de la calle de Sevilla. Iba borracho, más sucio y abandonado que otras veces. Adivinábase en las arrugas de su abrigo y en el abandono de sus ropas que dormía sin desnudarse, allí donde se lo permitían los accidentes de su existencia vagabunda.

Las ocurrencias que habia por entonces en los estados de Felipe el Hermoso, no le permitian continuar por mas tiempo en España: asi es que determinó ponerse en marcha al instante, aun en contra de su voluntad, no bastando ni los ruegos de su madre, ni los de Doña Juana para hacerle desistir de su empeño. Desde esta época fatal data la locura de la madre de tantos reyes.

Como en toda región del mundo hay clases, sin que se exceptúen de esta división capital las más ínfimas jerarquías, allí no eran todos los pobres lo mismo. Las viejas, principalmente, no permitían que se alterase el principio de distinción capital.

Además, su buena alma plácida, tranquila, amiga del reposo, de la rutina, de sus ovejas y del cuerpo que la poseía, no había soñado nunca con el martirio, y le veía palidecer, tanto cuanto sus rosadas mejillas le permitían, cuando leía el relato de los suplicios aplicados a los primeros cristianos.

Palabra del Dia

godella

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