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Actualizado: 14 de junio de 2025
Ester le dirigió una mirada llena de la luz de una nueva alegría. Tienes que conocer á Perla, le dijo, ¡nuestra Perlita! Tú la has visto, sí, yo lo sé, pero la verás ahora con otros ojos. Es una niña singular. Apenas la comprendo. Pero tú la amarás tiernamente, como yo, y me aconsejarás acerca del modo de manejarla.
Pue, que investigó el asunto un siglo más tarde, creía igualmente, y uno de sus recientes sucesores en el mismo empleo cree también á puño cerrado, que Perla no solo vivía, sino que estaba casada, era feliz, y se acordaba de su madre, y que con el mayor contento habría tenido junto á sí y festejado en su hogar á aquella triste y solitaria mujer.
Debido á inexplicable motivo, al sentir Arturo Dimmesdale que las miradas de la niña se clavaban en él, se llevó la mano al corazón con el gesto que le era tan habitual y que se había convertido en acción involuntaria. Al fin, tomando cierto aspecto singular de autoridad, Perla extendió la mano señalando con el dedo índice evidentemente el pecho de su madre.
Mi buen Señor Wilson, os ruego que examinéis á esta Perla, pues tal es su nombre, y veáis si tiene la instrucción cristiana que conviene á una niña de su edad. El anciano eclesiástico se sentó en un sillón é hizo un esfuerzo para atraer á Perla entre sus rodillas.
Pero la niña no se dió por vencida en el asunto de la letra escarlata; y dos ó tres veces, mientras regresaban á su morada, y otras tantas durante la cena, y cuando su madre la estaba acostando, y aun una vez después que parecía estar ya durmiendo, Perla con cierta malignidad en las miradas de sus negros ojos, continuó su pregunta: Madre, ¿qué significa la letra escarlata?
Pronto, y tan bajo como te sea posible. Perla murmuró algo á su oído que resonaba á manera de lenguaje humano, cuando no era en realidad sino la jerigonza ininteligible y sin sentido alguno que usan á veces los niños para divertirse cuando están juntos. De todos modos, no le comunicó ninguna noticia secreta acerca del viejo facultativo.
Estas vírgenes incomparables no fueron formadas de barro como las criaturas mortales, sino del mas puro almizcle, y estan exentas de todas las imperfecciones propias de su sexo: su modestia es sin igual, y en palanquines de una sola perla se recatan de las miradas profanas.
¡Perla! ¡Perlita! exclamó después de un momento de pausa; y luego, con voz más baja, agregó: Ester, Ester Prynne, ¿estáis ahí? Sí; es Ester Prynne, replicó ella con acento de sorpresa; y el ministro oyó sus pisadas que se iban acercando. Soy yo y mi pequeña Perla. ¿De dónde venís, Ester? preguntó el ministro. ¿Qué os ha traído aquí?
Pero sea que influyeran en ella los celos que parecen instintivos en todos los niños mimados, en presencia de un rival peligroso, ó que fuese un capricho de su naturaleza singular, Perla no quiso dar muestras de afecto alguno á Arturo Dimmesdale.
Respecto á tí y á Perla, ¡sea lo que Dios ordene! dijo el ministro, y Dios es misericordioso. Déjame hacer ahora lo que
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