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Actualizado: 6 de junio de 2025
Insertábanse también unos versos de Periquito, el hijo de don Pedro Miranda, en que le decía a cierta misteriosa G., que «él era un gusano; ella una estrella»; «él una rama; el árbol ella»; «ella una rosa; la oruga él»; «ella una luz; él una sombra»; «ella la nieve; el fango él, etc., etc.»
Mis hijos han vuelto de su viaje bien de salud y con Periquito muy travieso y precioso. Luis y Pepita vienen resueltos a no volver a salir del lugar, aunque les dure más la vida que a Filemón y a Baucis. Están enamorados como nunca el uno del otro.
Cuánto has engordado, Gonzalito. ¡Vaya un real mozo! ¿Por qué no creces como él, Periquito? Don Gonzalo, les come usted las sopas en la cabeza a todos los mozos de Sarrió. Crecer no ha crecido, lo que ha hecho es doblar de cuerpo. Ven acá, granadero, dame un abrazo apretado. Un patrón de barco afirmó que se parecía como una gota de agua a otra al Príncipe de Gales.
Despidiéronse el señor Miranda y su hijo Periquito, y la familia Belinchón, con el nuevo individuo que iba a formar parte de ella, subió a la casa. En el recibimiento, las señoras se despojaron de los abrigos y las toquillas. La luz volvió a turbarlos. Gonzalo pudo ver bien entonces a su novia, y observó que no había ganado nada en los años de ausencia. Estaba más alta, pero más delgada también.
En aquel momento, Periquito, que era un muchacho pálido y enteco, de ojos azules y poca y rala barba rubia, apareció en las lunetas. Las miradas de toda la familia Belinchón se clavaron en él sonrientes y burlonas. Sobre todo Pablo y Venturita se mostraban grandemente regocijados a su vista. Periquito levantó la cabeza y saludó. La familia Belinchón contestó al saludo sin dejar de reir.
Pero en todo ello pone Luis como un fundamento divino, sin el cual, ni en los astros que pueblan el éter, ni en las flores y frutos que hermosean el campo, ni en los ojos de Pepita, ni en la inocencia y belleza de Periquito, vería nada de amable.
Yo estoy soñando con que Periquito hable y diga gracias. Para que todo les salga bien a estos enamorados esposos, resulta ahora, según cartas de la Habana, que el hermano de Pepita, cuyas tunanterías recelábamos que afrentasen a la familia, casi o sin casi va a honrarla y a encumbrarla haciéndose personaje.
Prosiguiendo, pues, sin más preámbulo el suspendido relato, encontramos ya a Periquito hecho fraile; es decir, a don Simón en Madrid con su augusto carácter de diputado a Cortes, y a su familia acomodada con él en una de las principales calles, y no en la peor de sus casas.
Para suplir esta falta de ideas, don Matías se refugiaba en las anécdotas. En su cabeza, cada idea tosca y primitiva lleva como atornillada una serie de cuentos y de chistes. Eso no es así decía, por ejemplo, al exponer yo una opinión cualquiera , y te contestaré con lo que dijo Periquito Sánchez a don Juan Martínez en Cádiz, en el año de 27....
¡Oh qué horror! decía mi don Periquito con compasión, sin haberlos visto mejor en su vida. ¡Aquí no hay teatros! Pasábamos por un café. No entremos. ¡Qué cafés los de este país! gritaba. Se hablaba de viajes. ¡Oh! Dios me libre; ¡en España no se puede viajar! ¡qué posadas! ¡qué caminos!
Palabra del Dia
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