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Actualizado: 9 de octubre de 2025


Cuando aquel párrafo se publicara, su nombre comenzaría a sonar tan recio como él deseaba; pero, una vez publicado, adquiría el compromiso de hablar, de hablar mucho, y de no hablar mal del todo. Así es que no pudo menos de decir al periodista: ¡Canario, canario!... Usted me favorece mucho; pero...

La imaginación del pobre periodista había logrado escaparse en aquellos momentos, cuando el artículo no había pasado aún de su edad infantil, y sólo contaba escaso número de renglones.

Puede decirse que no tenía personalidad propia: todo el mundo le llamaba del mismo modo: «el hermano de la parejanombre con que Madrid entero designaba aquellas elegantes y ex-jóvenes señoritas. El último convidado de los duques era un antiguo periodista amadamado y maldiciente; ducho en dos especialidades, merced a las que vivía haciéndose lado por doquiera.

Clementina concluye enamorándose de un perro de Terranova o de un periodista. Cuando entraba Raimundo en el salón con su cabeza de querubín rubia y melancólica, con su aspecto humilde y embarazado, todas las miradas se posaban sobre él con curiosidad. Había sonrisas, murmullos, frases ingeniosas y estúpidas. Se le discutía.

Por fin le hice saber que en Nueva Granada habia corrido yo graves peligros como periodista, á causa de la energía con que, discutiendo la cuestión del clero, habia defendido los verdaderos intereses de la religion, ó de la pureza del cristianismo y la independencia del sacerdocio.

Se me había figurado, no por qué añadió el intruso . ¡Como los periodistas estamos tan avezados a discutir hasta las fisonomías!... ¿Conque es usted periodista? exclamó don Simón más y más satisfecho. Hasta cierto punto, señor de los Peñascales. No comprendo... Quiero decir continuó el otro, afirmándose los lentes sobre la nariz que soy periodista de devoción, no de profesión.

A la tarde, Ben Zayb, con los bolsillos llenos de revólvers y cartuchos, fué á visitar á don Custodio, que encontró trabajando de firme en un proyecto contra alhajeros americanos. Murmuró al oido del periodista, en voz quedísima y entre las dos palmas de la mano, palabras misteriosas. ¿De véras? preguntó Ben Zayb llevándose las manos á los bolsillos, mientras palidecía visiblemente.

En efecto, no debía de andar Locke muy derecho: ¡figúrese el lector que siempre ha sido autor prohibido en nuestra patria!... Y no se me diga que ha sido mal mirado, como cosa revolucionaria, porque, sea dicho entre nosotros, ni fue nunca Locke emigrado, ni tuvo parte en la constitución del año 12, ni empleo el año 20, ni fue nunca periodista, ni tampoco urbano.

¡Magnífico dato para la Crónica de salones! dijo el periodista, sacando sus avíos de nuevo y escribiendo a escape en otra cuartilla de papel. Mientras esto hacía, admirábale más y más don Simón, no tanto por su extraño desenfado, cuanto por las consideraciones reverentes que parecía merecerle.

Saludaron éstos a los contrarios y al médico, que debía servir para los dos contendientes según se había convenido: Miguel y el periodista moderado se hicieron de lejos una leve inclinación de cabeza.

Palabra del Dia

mármor

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