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Actualizado: 9 de octubre de 2025


Tengo también mi poquito de inventor continuó . Los aparatos los fabrico yo mismo, y en cuanto a limpieza no hay más que pedir... ¿Quiere usted verlos? El periodista saltó de la cama como dispuesto a huir. No; muchas gracias. Lo creo. Y miraba con repugnancia aquellas manos, cuyas palmas eran rojizas y grasientas.

Por suerte, hanos acorrido la sacra amistad, personificada en Adelina Gurrea, gentil poetisa insular, morante ahora en España, y en dos ilustres directores de periódico, que son algo más que periodistas: José María Romero Salas, de "El Mercantil", de Manila en esta oceánica ciudad conocido, entre literatos, por "El Maestro", y Joaquín Pellicena Camacho, eximio periodista en España.

Soy periodista. La fuga aquella me sirvió para hacer un artículo interesantísimo. Hablaba de ustedes dos y de aquella señorita morena. ¡Qué chica más valiente, eh! Ya lo creo. Pues, si no tienen ustedes reparo, iremos juntos a Estella. ¿Reparo? Al revés. Satisfacción y grande. Quedaron de acuerdo en marchar juntos.

Cuando se cansó del coronel, amó a un ingeniero civil, y después del ingeniero a un periodista, y así sucesivamente hasta un torero de fama; porque el público llevaba una cuenta minuciosa de todas esas prodigalidades amorosas, aunque la pródiga pensaba que nadie se las veía.

Aquí nadie sabe escribir; nadie escribe: todo eso es porquería. Como si de coro supiera cuantos libros buenos corren impresos. Por allá cruza un periodista... Llámale, grítale: ¡Don Fulano! ¡Ese periódico, hombre, mire usted que todos hablan de él de una manera!...

Múltiples actividades distraen y preocupan su existencia. Militar primero y esto es lo más asombroso tratándose de Álvarez, abogado, periodista, juez, escritor, diputado, profesor universitario después.

Y se dispuso á saltar la barrera sin pasar por la debida puerta, mientras el P. Camorra se deshacía en protestas temiendo que Ben Zayb tuviese razon. ¿Y cómo no, señor? contestó el americano; ¿pero no me rompa nada, estamos? El periodista estaba ya sobre el entarimado. ¿Permite usted? decía. Y sin aguardar el permiso, temiendo que Mr.

Y el periodista, que aún no se había limpiado de sus primeras lecturas románticas, encontraba muy original aquella entrevista y hasta sentía cierta satisfacción.

¡Lo que dió usted que hablar en Estella! dijo el extranjero . ¡Qué golpe aquel más admirable! ¿Cómo se escaparon ustedes? Martín contó la historia de su escapatoria, y el periodista fué tomando notas. Puedo hacer una crónica admirable dijo. Luego hablaron de la guerra.

Estas y otras muchas reflexiones, las cuales no expongo todas, por ser siempre mucho más lo que callo que lo que digo, me movieron a ser periodista; pero no como quiera periodista, atenido a sueldos y voluntades ajenas, sino periodista por y ante . Dicho y hecho, concibamos el plan.

Palabra del Dia

reclinándose

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