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Actualizado: 7 de junio de 2025


De esta suerte he visto en Suiza esparcirse cascadas fatigadas y perezosas, que, habiendo dado muchos rodeos, parecían rendidas de sueño, de languidez. En el grandioso cuadro de luminarias que despliega el mar en las noches borrascosas, la medusa desempeña un papel aparte.

Las cursis, si eran bonitas ya no parecían cursis; ya no se pensaba en la reina del baile, en el mejor traje, en las joyas más ricas; la juventud buscaba a la juventud, algo de amor volaba por allí; ya había miradas de fuego, sonrisas perezosas que presentían imposibles, celos dramáticos que daban al conjunto un tono de grandeza.

El general descuido vuestro, amigos, El no mirar por lo que tanto os toca, Levanta los caidos enemigos, Y vuestro esfuezo y opinion apoca. Desta ciudad los muros son testigos Que aun hoy están qual bien fundada roca, De vuestras perezosas fuerzas vanas, Que solo el nombre tienen de Romanas.

Necesita tiempo para sentir y seguir la sacudida; es preciso que llame en su auxilio las aguas perezosas, que venza su fuerza de inercia, que atraiga, que arrastre las más lejanas. La rotación de la tierra, tan terriblemente rápida, muda de continuo los puntos sometidos á la atracción.

Al principio he encontrado resistencias, provenidas de la costumbre inveterada, y aun del amor propio de las mujeres, que no querían aparecer como perezosas, pues aquí, como en todos los pueblos pobres de México, y particularmente los indígenas, una de las grandes recomendaciones de una doncella que va a casarse es la de que sepa moler, y ésta será tanto mayor, cuanta mayor sea la cantidad de maíz que la infeliz reduzca a tortillas.

De una casa de la misma calle, por un balcón abierto, salían las notas dulces, lánguidas, perezosas de un violín que tocaban manos expertas. Se trataba de motivos del tercer acto del Fausto. El Magistral no conocía la música, no podía asociarla a las escenas a que correspondía, pero comprendía que se hablaba de amor.

De las faldas floriferas de Flora Quatro tabaques de purpureas rosas, Y seis de perlas de las que ella llora. Y de las nueve por estremo hermosas Las coronas pidió, y al darlas ellas En nada se mostraron perezosas. Tres, á mi parecer, de las mas bellas A Partenope que se enviaron, Y fue Mercurio el que partió con ellas.

Desde el vestíbulo bajo hasta el alto, incluso la gran escalera de encina tallada, las hojas perezosas caían sobre sus tallos en grandes vasos de alfarería o de madera; los helechos, la parietaria, el lotus y los nenúphares extendían sus hojas, cautivas de la moda despótica, bajo cuyo imperio parecen sentir la nostalgia de las linfas de los arroyos en que fueron sorprendidas.

La ancha cara de mi tía revelaba la reflección alarmante de sus venas ahogadas por las ondas perezosas de una sangre espesa e inmóvil.

La diferencia de temperatura del exterior al interior del coche, empañaba con un velo de tul gris la superficie del vidrio; y el viajero, cansado quizá de fundirlo con su hálito, se dedicó nuevamente a considerara la dormida, y cediendo a involuntario sentimiento, que a él mismo le parecía ridículo, a medida que transcurrían las horas perezosas de la noche, iba impacientándole más y más, hasta casi sacarle de quicio, la regalada placidez de aquel sueño insolente, y deseaba, a pesar suyo, que la viajera se despertara, siquiera fuese tan sólo por oír algo que orientase su curiosidad.

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