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¿Iban otros españoles en el buque? siguió preguntando Ulises. Uno nada más: mi amigo, ese muchacho de que he hablado antes. La explosión del torpedo le hizo pedazos. Yo lo vi. El capitán sintió agrandarse su remordimiento. ¡Un compatriota, un pobre joven, había perecido por su culpa!... También el viajante de comercio parecía sufrir un tormento de conciencia.

Los indios salvages nos sostuvieron y fomentaron en aquel puerto, socorriendo á los infelices pobladores con la carne de guanaco, sin cuyo auxilio hubieran perecido, y en el Rio Negro, con las liebres, caballos y mucho ganado vacuno.

Isabel, sin embargo, no ha perecido en la mar, puesto que, asida á un tronco de árbol, es arrastrada á la costa, recibiendo la más benévola hospitalidad en los dominios del duque Octavio.

Empezaba á crecer con fuerza la marea con lo que en poco tiempo nos zafó de una barra que hay á la entrada de dicho puerto, que sino hubieramos perecido.

Pero, decidme, señores, si habéis mirado en ello: ¿cuán menos son los premiados por la guerra que los que han perecido en ella? Sin duda, habéis de responder que no tienen comparación, ni se pueden reducir a cuenta los muertos, y que se podrán contar los premiados vivos con tres letras de guarismo.

No sabemos cuánto tiempo hubiera estado nuestro buen ingenio preso por los pies en el lodo pegajoso, y maldiciendo de su suerte, y del amor, y de las mujeres, y de los hijos bastardos y del mundo entero, y si acaso hubiera perecido, á no ser por un incidente imprevisto para él.

¡Un resucitado!... ¡Le veo y no me parece Don Juan Manuel! ¡Vengo de la playa, de esperar la barca de ese infeliz Abelardo! ¿No habrá llegado? ¡Ni llegará!... Naufragaron.... ¿Y han perecido todos? ¡Todos!... El cuerpo del patrón dicen que ha salido en la playa de Rajoy.... Yo le hacía embarcado con ellos al Señor Don Juan Manuel. ¡Es providencial!

Pero sus adictos habrán perecido, y otra población y otros hombres reemplazarán el vacío que ellos dejen. Volverán los emigrados a cosechar los frutos de su triunfo.

Los soldados de caballería enlazan cada uno su cadáver y lo llevan arrastrando al cementerio, si bien algunos pedazos de cráneos, un brazo y otros miembros quedan en la plaza de Tucumán, y sirven de pasto a los perros. ¡Ah! ¡Cuántas glorias arrastradas así por el lodo! ¡Don Juan Manuel Rosas hacía matar del mismo modo y casi al mismo tiempo, en San Nicolás de los Arroyos, veintiocho oficiales, fuera de ciento y más que habían perecido obscuramente! ¡Chacabuco, Maipú, Junín, Ayacucho, Ituzaingó! ¿Por qué han sido tus laureles una maldición para todos los que los llevaron?

Lo he custodiado y defendido cuidadosamente, porque representa mi fortuna y la de mi viejecita madre si vuelvo á verme algún día en Horla.... Tristán, ¿dónde está el barón de Morel? interrumpió Roger ansiosamente. Creo que ha perecido, como casi todos. Yo al enemigo poner su cuerpo sobre un caballo. Estaba desvanecido ó muerto y se lo llevaron.... ¡Dios del cielo! ¿Y Simón?