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Actualizado: 8 de junio de 2025


Mi padre, con la manía de rodearse de gentes que le ayuden, se fía demasiado de las apariencias y comete... perdonadme, doña Juana, porque yo que sois muy amiga y muy antigua amiga de mi padre, pero su excelencia comete torpezas imperdonables. ¡Dudáis también de la penetración, de la sabiduría y de la experiencia de vuestro padre!

¡Señora duquesa! ¡señor conde! exclamó la joven dirigiéndose á ellos ¡cuánto siento haberos hecho esperar! Pero de repente doña Clara se detuvo. Los ojos de la duquesa de Gandía estaban fijos con espanto en ella. Doña Juana de Velasco estaba pálida y temblaba. ¡Qué joyas tan hermosas! dijo ; sobre todo... ese collar de perlas... y ese relicario... perdonadme... pero quiero ver ese relicario...

12 Con todo esto, las señales de apóstol han sido hechas entre vosotros en toda paciencia, en señales, y en prodigios, y en potencia. 13 Porque ¿qué hay en que habéis sido menos que las otras Iglesias, sino en que yo mismo no os he sido carga? Perdonadme esta injuria.

Entró Esperanza, el duque con ella, cerró el postigo, hizo luz con la linterna que llevaba bajo la capa, se quitó el antifaz y dejó ver su semblante á Esperanza. La muchacha se estremeció y cayó de rodillas. ¡Ah, señor! ¡perdonadme, perdonadme por haber dudado de vuecencia! exclamó. No me conocías dijo el duque , y nada tiene de extraño.

Montiño se calló esperando á que el padre Aliaga le preguntase, pero el padre Aliaga se redujo á dejarle oír una de esas frases generales de consuelo, que toda persona buena dirige á un semejante suyo á quien ve atribulado. Después el padre Aliaga se calló también. Hubo algunos momentos de silencio. ¡Perdonadme, señor! dijo tartamudeando Montiño.

Oh, Jesús mío: aunque no lo merezco, perdonadme mis pecados, y restituidme el uso de mis ojos; reconozco, Señor, y confieso que este trabajo es justísimo castigo de mis culpas; pésame en el alma de haberlas cometido, y propongo de nunca jamás volver á caer en ellas.

Perdonadme, fermosas damas, si algún desaguisado, por descuido mío, os he fecho, que, de voluntad y a sabiendas, jamás le di a nadie; y rogad a Dios me saque destas prisiones, donde algún mal intencionado encantador me ha puesto; que si de ellas me veo libre, no se me caerá de la memoria las mercedes que en este castillo me habedes fecho, para gratificallas, servillas y recompensallas como ellas merecen.

Perdonadme, pero de tal modo me han hecho vomitar versos en San Marcos, que aún me duran las ansias; donde piso, dejo sátiras; de donde escupo, saltan romances; donde llega mi aliento, se clavan letrillas. Pero prometo, á fe de Quevedo, no volver á hablaros sino en lisa prosa castellana. ¿Sin jugar del vocablo? Lo otorgo. ¿Ni del concepto?

Detúvose el rey esperando una respuesta, pero la duquesa no contestó. ¿Pero no se os ocurre nada que decirme, doña Juana? dijo el rey, en el cual se iba haciendo cada vez más visible la impaciencia ; estáis como asustada... En efecto, señor, vuestra majestad acaba de decirlo: estoy asustada, y suplico á vuestra majestad que... señor... perdonadme, pero no se me ocurre nada...

Que entre La decid, y perdonadme; 310 Que es persona principal, Si es quien pienso. En casos tales Se muestra el amor. DO

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