Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !

Actualizado: 27 de octubre de 2025


Me calcé y me abrigué convenientemente; bajé al portal con muchas precauciones para que no lo notara mi tío, y emprendí resueltamente el camino del pueblo, borrado en absoluto por la nieve. Me costó el descenso del pedregal más de cuatro costaladas; pero llegué vivo y pronto. No aspiraba yo a otra cosa. ¿A qué puerta llamar? A la primera. Llamé.

Al pié de este cerro, por la banda de la ciudad, hay dos riachuelos, ambos de vado; el primero llamado Yoyelque, y el segundo Daulluco: este es el mas cercano á la ciudad, que dista como cuatro leguas, tomando el camino de un pedregal grande, siempre á orillas de la laguna, hasta llegar á la primera fortaleza de foso.

Que habiéndose defendido allí mucho tiempo, dieron contra los indios, y juntaron muchos ganados de los suyos que se llevaron á su fuerte: y que en ese mismo parage se mantienen hasta hoy, el cual dista de Osorno como cinco ó seis leguas, porque hay un pedregal grande que dar vuelta.

De ahí á poca distancia, siguiendo el camino de los españoles hasta el fuerte de Osorno, caminando al sur, de allí al este, cosa de una jornada, está la ciudad de Osorno, pero en seguida de dicho fuerte al sur, á muy corto trecho, se con la gran laguna de Ranco que es el asilo de los españoles, y sigue á orillas de ella por el pedregal.

Y fue que apenas abocado a la puerta del balcón detrás de las mujeres, vi que, surgiendo de las tinieblas, iban apareciendo como fantasmas y coronando la altura del pedregal, dos filas de bultos negros, junto a muchos de los cuales titilaba oscilando una lucecilla triste y acobardada, como si ardiera detrás de los cristalejos de un faroluco roñoso.

Se columbró muy pronto la mancha gris del pedregal sobre el fondo blanquísimo y esponjado de la nieve; diez minutos después se dibujó perfectamente la boca de la cueva, y desde un poco más adelante, algo que no estaba enteramente quieto dentro de sus mandíbulas abiertas y desencajadas; cincuenta pasos más, y hasta los menos sutiles de vista conocieron en lo que parecía mendrugo de aquel gaznate descomunal y olfateaban ya los perros de la caravana, a Pepazos en cuerpo y alma.

Después de aquellas labores del huerto, como el tiempo seguía risueño y primaveral, emprendí otras más rudas, entre ellas la de suavizar en lo posible la cambera del pedregal, única vía de comunicación que tenía la casona con el pueblo. No quedó el camino a mi gusto, pero muy mejorado.

Llegó la tarde, fría, brumosa y tétrica; subió el vecindario en masa, pedregal arriba, detrás del Cura con ornamentos negros, precedido del estandarte de las «Ánimas» y de un crucifijo grande; resonaron en el estragal, entonadas por voces bien avenidas con la sonora de don Sabas, lamentaciones terribles del santo Job, el mayor poeta fúnebre de que hay noticia en la tierra; bajóse el féretro entre nuevos llantos y gemidos; y andando, andando con él hacia el pueblo la luctuosa procesión el camino que había andado poco antes hacia arriba, llegamos al campo santo después de una detención breve a la puerta de la iglesia, para que el hijo fiel y sumiso recibiera de su Madre cariñosa la bendición de despedida.

¡Qué frío tan intenso, Dios soberano, en cuanto me vi fuera de casa! ¡Y qué hundírseme los pies en aquel suelo húmedo y esponjoso! ¡Cuántos resbalones y caídas en el pedregal, y cómo me hubiera reído de la triste figura que iba haciendo yo entre aquella gente que andaba sobre el inseguro tapiz con igual firmeza que sobre los estragales de sus casas, si las ideas de que estaba impresionado mi cerebro no hubieran sido tan tristes y funerarias!

Había llegado al anochecer con su marido, y «a las ancas». Así fueron a casa de Neluco; halláronla cerrada, y siguieron a la de don Pedro Nolasco; díjoles la mozona que servía en ella lo que pasaba, y torcieron hacia la casona, sin lástima alguna del pobre rocín que ya se quebrantaba por el lomo y estuvo a pique de gastar el último resuello al subir el pedregal.

Palabra del Dia

aprietes

Otros Mirando