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Actualizado: 12 de junio de 2025
Entonces ella, viéndose en peligro, contó de pé á pá al conde su historia con el canónigo, su nombre y señas, y las de las señoras á quienes servía y en dónde tenía su vivienda, sin olvidar en modo alguno de repetir lo de los doscientos ducados prometidos y pintar con negros colores la situación en que se encontraba.
Don Bernardino, sin más trámite, fulminó el rayo de su excomunión sobre el culpable: lo sabía todo, todo, con puntos y comas, de pe a pa; míster Robert acababa de descubrirle la verdad y de notificarle la gravísima resolución adoptada: liquidar una casa que tanto había costado formar, y con un pasivo escandaloso. ¿No tenía vergüenza? ¿no le remordía la conciencia de haber arruinado a aquel pobre hombre? ¿con qué pensaba pagar los doscientos mil nacionales del pasivo y los cincuenta mil que adeudaba a Rocchio?
A O muyt alto, é muy nobre dom Iame, pe la graza de Deus, Rey Daragon, de Valenza, de Murza, de Cerdenha, de Corcega, Conde de Barcelona, é de Santa Egresia de Roma Sinaleyro, Almirante, é Capitan general.
Era muy dada a los libros; pero sólo leía cuando se lo permitían sus quehaceres. Leía todas las noches el «Año Cristiano», y se sabía al dedillo las vidas de los santos. Una noche le tocó leer la vida de Santa Teresa. ¡Jesús! exclamó. Si ya me la sé de memoria. ¡Puedo repetirla del pe al pa! Y como tía Carmen dudara, Angelina refirió, con muy buen acuerdo y muy donosamente, la vida de la mística.
Compónganselas ustedes como quieran; pero en cuantito que digan a alguien, sea quien fuere, mi paradero, vengo y le cuento a la tía de pe a pa todas sus trapisondas de usted; lo de Mariquilla, que si no fue... no quedó por usted, y lo de esta mala pécora de ahora, que le tiene a usted sorbido el seso. ¡Chiquilla! Yo hago de mi capa... Usted no hace más que tonterías.
El era el más modesto, el último, pero allí estaban sus compañeros todos aquellos señores con levita inglesa y pe lo partido de la frente a la nuca, jóvenes estudiosos que le habían ilustrado con sus profundas apreciaciones, y cuando ellos no habían hecho más economías, era porque resultaba imposible.
Tan estupefacta y colérica estaba por la desobediencia del mancebo, que apenas pudo balbucir una protesta: «Pe... pero...». «Tía dijo Maximiliano con voz alterada y temblorosa , no pue... no puedo obedecer a usted... Soy mayor de edad. He cumplido veinticinco años... Yo la respeto a usted; respéteme usted a mí».
El sobrescrito es como el de la carta antecedente. A O muyt alto, é muy nobre Dom Yame, pe la graza de Deus Rey Daragon, de Valanza de Corcega, é de Cerdenha, é Conde de Barcelona, é da Santa Egresia de Roma Álmirante, é Sínaleyro, Capitan general.
Si yo lo supe todo por boca de Santiaguito, el hijo de mi compadre don Venancio, que es mi discípulo. El chiquillo me contó la cosa del pe al pa. Pero, hijo mío: no hablemos más de eso. ¡Estoy muy contento; me da gusto verte tan grande! Dime: ¿has aprendido bien? ¿vas a seguir los estudios? Síguelos, síguelos, que harás buena carrera. Todavía te acordarás del latín, ¿verdad? Ya lo veremos.
Te anticipo las gracias, y espero que esta vez, como otras muchas, valga, en cuanto deseo, la recomendación de tu afectísimo amigo y pariente, SIMÓN DE LOS PE
Palabra del Dia
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