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Actualizado: 31 de mayo de 2025
En ciudades como Santiago había quien se llevaba los cerdos a un segundo piso y salía luego a pasearse con ellos entre los canónigos, los tenientes de la guarnición y los estudiantes de latín. Una señorita inglesa que estuvo hace algunos años en la ciudad del Apóstol la autora de Galicia.
Diole gana a don Quijote de pasear la ciudad a la llana y a pie, temiendo que, si iba a caballo, le habían de perseguir los mochachos, y así, él y Sancho, con otros dos criados que don Antonio le dio, salieron a pasearse.
Le enfadaba también que la calle y los terrados de las casas vecinas estuvieran llenos de gente que no hacía nada y le miraba con curiosidad pasearse con la cabeza envuelta en un pañuelo, como una mujer. Quería ya bajar, cuando su mujer le dijo: Mira, conducen a los bandidos; quizá eso te distraiga. ¡Déjame en paz! respondió colérico Ben-Tovit . ¿No ves lo que sufro?
Los Alemanes, ó se manifestaban pensativos, cerca de un mueble marítimo, pasando horas enteras en fumar y mirar el cielo y el océano con profunda melancolía, como abstraídos del mundo por algun ensueño; ó se reunian en grupos exclusivos para conversar en voz baja y pasearse interminablemente del uno al otro extremo de la cubierta.
Y, diciendo estas y otras semejantes razones, soltando la adarga, alzó la lanza a dos manos y dio con ella tan gran golpe al arriero en la cabeza, que le derribó en el suelo, tan maltrecho que, si segundara con otro, no tuviera necesidad de maestro que le curara. Hecho esto, recogió sus armas y tornó a pasearse con el mismo reposo que primero.
Al pasearse por el atrio, antes de entrar en los salones, vió junto á una columna un grupo de oficiales franceses, todos convalecientes.
Yo os aseguro que Madama Ester habría sabido entonces lo que era bueno. Pero qué le importa á esa zorra lo que le han puesto en la cotilla de su vestido. Lo cubrirá con su broche, ó con algún otro de esos adornos paganos en boga, y la veremos pasearse por las calles tan fresca como si tal cosa.
No sé qué ligero ruido, un suspiro acaso, me hizo volver la cabeza, y, en la obscuridad, adiviné, más que vi, a Máximo a mi lado. Cuando vio que estaba despierta, me apoyó dulcemente la mano en la frente y me dijo: ¿Le duele a usted aún? Casi nada; pero ¿por qué está usted ahí en la obscuridad, en vez de pasearse con mi padre y el médico? ¿La contrarío a usted?
Para pasearse por aquellos sitios han de elegirse los días nublados, húmedos y apacibles, ó bien levantarse temprano, á la hora del fresco matutino; cuando el tomillo conserva aún un poco de rocío, cuando el ágil conejo corre errante por los campos dando saltos y tumbos. Pero ya es hora de que volvamos á nuestro Océano.
Pareciome el extranjero digno de alguna consideración, trabé presto amistad con él y lleno de lástima, traté de persuadirle a que se volviese a su casa cuanto antes, siempre que seriamente trajese otro fin que no fuese el de pasearse. Admirole la proposición, y fue preciso explicarme más claro.
Palabra del Dia
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