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En cabo de los cuales, paresciéndole al Inca que seria bien dar órden en que se comenzase á poner por obra el fabricar de la ciudad, pareciéndole que ya la tal gente que ansí era llegada habia de descansar el tiempo que le bastase, luego mandó á los caciques que cada uno juntase su gente en cierta campaña é llano é la pusiesen cada uno por , porque les queria repartir á todos ellos la obra que ansí habian de hacer, é dalles la órden que en ello habian de tener.

En este tiempo vino a posar al mesón un ciego, el cual, paresciéndole que yo sería para adestralle, me pidió a mi madre, y ella me encomendó a él, diciéndole cómo era hijo de un buen hombre, el cual por ensalzar la fe había muerto en la de los Gelves, y que ella confiaba en Dios no saldría peor hombre que mi padre, y que le rogaba me tratase bien y mirase por , pues era huérfano.

Y el Mango Capac agradescióselo, y paresciéndole bien el sitio y asiento do agora es en esta ciudad del Cuzco la casa y convento de Santo Domingo, que ántes solia ser la Casa del Sol, como adelante la historia lo dirá, hizo allí el Mango Capac y su compañero, y con el ayuda de las cuatro mujeres, una casa, sin consentir que gente Alcaviza les ayudase, aunque los querian ayudar; en la cual casa se metieron ellos dos y sus cuatro mujeres.

El respondió que así lo haría, y que me recibía no por mozo, sino por hijo. Y así le comencé a servir y adestrar a mi nuevo y viejo amo. Como estuvimos en Salamanca algunos días, paresciéndole a mi amo que no era la ganancia a su contento, determinó irse de allí y, cuando nos hubimos de partir, yo fui a ver a mi madre, y ambos llorando, me dió su bendición y dijo: "Hijo, ya que no te veré más.

El Duque. Si no hubiesen pasado por D. Álvaro de Sande tantos trabajos, maravillarme hía de que se le olvidase que su parecer no fué tan ambiguo, pues no obstante que lo que allí se resolvió fué lo más acertado, conforme á los tiempos y á la poca salud que el ejército tenía, y á la gente que nos había faltado, y de manera que yo me resolviera en ello, aunque no tuviera el Consejo y parescer de las personas que llevaba; pero no dudo de que cuando D. Álvaro vea estos apunctamientos le volverá á la memoria que especificada y abiertamente fué del parescer de todos, y que en público y en secreto lo trató diversas veces conmigo, inclinándose á la ida de los Gelves luego que se supo de las galeras que quedaron atrás que dejábamos á Dragut en los Gelves, de la gente de las cuales supo de nosotros, porque de la escaramuza no había tomado lengua, como asimesmo tampoco la tomamos nosotros; y fué más de esta opinión cuando supo que era ido á Trípol, en que yo me conformé por ver la falta que de la gente que sacamos de Sicilia había, y la que de cada día iba faltando, porque lo de Trípol se ponía en peligro y lo de los Gelves era cosa segura y hacía muy cierta la empresa de Trípol, por ser el principal sustento de aquella plaza y de los turcos que la guardan, como se podría discurrir largo y se ve por el gran esfuerzo que Dragut hizo en cobrarlos y el peligro en que se puso toda la armada del turco, quedando sin gente y sola, como quedó; dejado aparte que el tiempo no estaba para ir allá, y el temporal que nos trujo á los Gelves era viento por proa para Trípol, y de más de diez millas por hora, y duró tanto que se pudiera ir bien tarde á Trípol si se esperara en el Seco del Palo, y aun nunca á tierra de cristianos, pasando adelante la mortandad de la gente que cada día iba cresciendo, lo cual cesó en los Gelves, por ser la tierra muy sana y haber salido la gente de la mar; así que lo sobredicho no lo digo porque lo hice por parescer de D. Álvaro, pues yo lo hiciera y no se podía hacer otra cosa, sino por decir lo que á él se le olvida, pues lo que se hizo con deseo de servir al Rey nuestro señor y con toda la razón de guerra del mundo, y no sin pelear y peligro, como es ordinario en tales jornadas no me paresce que es razón, porque la fortuna haya querido ser contraria, y que fuese adverso el fin, que quede por olvidado lo que fué bueno; y para tornar mejor á la memoria su parescer á D. Álvaro, no dudo de que se acordará que queriendo junctar otra vez el Consejo, como se hizo para tratar de nuestra ida y desembarcación y conquista de aquella isla, le dije que conociendo yo en D. Sancho de Leyva que todo lo que se proponía, paresciéndole que salía de él, lo contradecía, que me parescía que aquel día no se conformase conmigo, y que vería cómo tiraba á D. Sancho á todo lo que al servicio de S. M. convenía, y entonces fué cuando votó que él haría lo que yo le ordenase, cierto diferentemente de lo que concertamos, pues en lugar de dar desvío para traer á D. Sancho á lo que convenía y había tratado con él, se quiso poner en seguro de que yo huelgo mucho que lo esté; y digo que sea así, que yo lo determiné sin él, y que salió bien, y saliera mejor si las galeras no se perdieran al fin de la jornada, con que se perdió todo.

También Juan Andrea, habiendo tomado á su cargo un baluarte y hecha maravillosa obra en él, pretendiendo ir con las galeras á Sicilia y dejarnos á todos allí, no paresciéndole al Consejo, sin faltar ninguno sino D. Alvaro, que no declaró su voto, sino dijo que lo que se había de hacer que fuese luego, con que D. Juan de Cardona se conformó, habiéndole contradicho siempre, alzó el dicho Juan Andrea la mano del bestión, en que se perdió más de diez días de tiempo.