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Actualizado: 21 de julio de 2025


Aventuras parecidas las hallábamos en todas partes, en el Languedoc, Ventadour, Bergerac, Narbona, aun sin buscarlas, porque á menudo nos esperaba un escudero francés, á la vuelta del camino, portador de cortés mensaje de su señor para el primer caballero inglés que quisiera aceptar el reto. Uno de ellos rompió tres lanzas conmigo en Ventadour, en honor de su dama.

El relámpago se deslizaba sobre las bóvedas de la noche como una espada flamígera y, a la luz pasajera, se veían de cuando en cuando algunas sombras siniestras descender sobre el valle, parecidas a esos espíritus vengadores que son enviados sobre las alas de la tempestad para atemorizar a los niños y a los hombres.

Las niñas más recatadas, y hasta las más parecidas a muñecas de resorte, hacían pensar en la mujer que traían debajo de aquellos vestidos vulgares y de aquella educación falsa y desabrida. Ana, a las dos de la mañana se levantó de su silla por vez primera y consintió en dar una vuelta por el salón, en un intermedio del baile.

Aquellas oraciones, o mejor dicho, aquel himno que dejó escrito, surge de su diario envuelto en las últimas lágrimas de júbilo y de piedad que derramó sin duda en medio de aquel éxtasis de concentración ante Dios. ¡Todos los hijos deberían poder leer líneas parecidas, para que, observándolas, como depende de ellos, casi siempre, no amargar con desdichas, y llenar de felicidades, los corazones de sus madres!

Indudablemente, yo he visto caras parecidas a la de este señor: caras con una nariz, caras con unos ojos, caras con unos bigotes... También he visto sombreros de jipi-japa semejantes a este sombrero de jipi-japa. Sin embargo, no caigo. No hay duda exclamo de que yo le conozco a usted; pero, así, de momento, no doy con el nombre... ¿De modo que no puede usted decirme quién soy yo? No, señor...

Las praderas interminables del Bresse, parecidas a las de Holanda, que yo conocía por las vistas de ellas que mi hermano me mandaba cuando estuvo en aquel país de secretario de la embajada; y allá a lo lejos el Mont-Blanc, que cambia de aspecto según reciben sus nieves los rayos del sol: blanco, violado, negruzco; imitando a un hierro que se colora de rojo o se ennegrece al fuego de la fragua y según las operaciones que el obrero realiza con él.

Probablemente con mi tío. Y yo detrás. Veremos...; pero crea usted que desde ahora hasta el verano ya se le habrá quitado a usted eso de la cabeza. No vaya usted a creer que es un capricho. Cristeta le miró algo severa, frunció el ceño y respondió: Nunca he creído yo que pudiera servir para satisfacer caprichos. <tb> Aquella misma semana tuvieron varias conversaciones parecidas.

Cuantos así la vieron la elogiaron achuladamente: sólo él tuvo valor para decir que todo aquello, por flamenco y grosero, desdecía de su tipo elegante y fino. ¡De cuántas cosas parecidas se acordaba! Ansiosa de saber si Juan había llegado a Madrid, fue a los teatros en días de estreno, al primer turno del Real, y nada.

Muy envanecido con estas y otras parecidas distinciones, a falta de las más populares y solemnes que aguardaba para más adelante, considérese el efecto que le causaría la noticia que se le dió una vez en los pasillos del Congreso, de que las oposiciones iban a hacer una guerra implacable a las actas ministeriales, y que la suya figuraba en primer término como la más escandalosa.

Si eso la dolió y la impulsó a matarse, tal resultado es ciertamente desagradable; pero ni a ni a usted se nos puede hacer responsable de él. En circunstancias parecidas haríamos otra vez lo mismo, y cualquiera en nuestro lugar lo haría. Dejemos aparte dijo Ferpierre, el juicio sobre la supuesta conducta de ustedes. Antes de juzgarla importa cerciorarse de ella.

Palabra del Dia

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