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Actualizado: 28 de julio de 2025
A ver, señor de Llopis, levántese usted. Y el «señor de Llopis», un granuja de siete años, con el pantalón á media pierna sostenido por un tirante, echábase del banco abajo y se cuadraba ante el maestro, mirando de reojo la temible caña. Hace un rato que veo á usted hurgándose las narices y haciendo pelotillas. Vicio feo, señor de Llopis; crea usted á su maestro.
Toda esa gentecilla menuda jamás ha visto a un subprefecto, e interrógase en voz baja quién será ese gran señor que se pasea con pantalón de plata. Bajo el follaje interrógase la gentecilla menuda en voz baja quién es ese señor con pantalón de plata.
Mira dijo Pecado abriendo su mano y mostrando algunas pesetas. ¿Quién te ha dado eso? Gaitica. ¿Gai...? Tica, tica. ¿No lo conoces? Es un caballero, un amigo mío. ¿Y por qué te ha dado ese dinero? Porque me lo gané. ¿Cómo?». Mariano guardó las monedas para dejar desembarazada la mano, metió esta luego por una abertura de su pantalón y...
Entre la plata, que era lo que más abundaba, brillaban los centenes como las pepitas amarillas de un melón entre la pulpa blanca. Con mano trémula, el asesino lo recogió todo menos la calderilla, y se lo guardó en el bolsillo del pantalón.
Mira: ¡qué bonito salió el pantalón! La chaqueta y el chaleco no pueden ser mejores.... El sombrero.... Vamos, ¿qué dices del sombrero? Está decentito. Tú lo quisieras galoneadote.... Ya lo comprarás así. Ahora toma.... Mi manga de hule.... Las gentes de campo la necesitan mucho. Este joronguito es para que te lo pongas cuando haga frío.... Es fino, de muy buena clase. ¿Te gusta?
Un espectáculo fantástico, Ojeda... Al principio sólo se siente frío en los pies; luego sube y sube el maldito entre el pantalón y la pierna, y a los pocos momentos cree uno que va calzado con polainas de hielo... ¡Y qué «paisajes se ven en esas profundidades! Evocaba Isidro el recuerdo de los enormes cuartos de buey rojos y amarillos, con la grasa congelada de su goteo formando estalactitas.
Por de contado, enredar: ¡si te tuviese siempre a mi lado andarías un poco más derecho!» Llegó a reprenderle duramente las faltas como si tuviese sobre él autoridad. Miguel temblaba cuando subía al cuarto de la guardilla con el pantalón roto, lo mismo que cuando iba a ver a su madrastra.
En un momento de silencio, D. Juan Casanova, que tenía la cabeza inclinada hacia un lado, sin duda por el excesivo peso del cerebro, la descargó algún tanto, diciendo con su acostumbrada solemnidad: Eloisa, hoy he hallado a su hermano Álvaro en el paseo de la Atalaya. Llevaba un pantalón de cuadros. D.ª Eloisa suspiró, como siempre que se tocaba el punto de su hermano.
Dadle una copa de aguardiente dijo el doctor. No; prefiero fumarme una pipa. ¿Dónde está tu pipa? En el chaleco. Bien; aquí la tienes. ¿Y el tabaco? En el bolsillo del pantalón. Pues cargue usted la pipa, Despois. Este hombre tiene valor; ¡muy bien! Da gusto ver hombres de corazón. Vamos a cortarle el brazo en dos tiempos y tres movimientos.
No responde un pajarillo, no es un artista, porque lleva pantalón de plata; pero puede ser un príncipe. Puede ser un príncipe repite otro pajarito. Ni un artista, ni un príncipe interrumpe un viejo ruiseñor, que había cantado durante una primavera en los jardines de la subprefectura. Yo lo conozco: es... ¡un subprefecto!
Palabra del Dia
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