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Actualizado: 28 de junio de 2025
Eran once horas sonadas», o bien: «El desconocido llevaba un pantalón corto y una capa del mismo color». Estas son unas donosas pruebas de su estilo de traductor.
Iban otros más de ciudadanos, y aunque menos brillantes, más viriles: llevaban un pantalón de azul oscuro y uno como gabán corto y justo, cerrado con doble hilera de botones de oro por delante: el sombrero era de fieltro negro de alas anchas, con un delgado cordón de oro, que caía con dos bellotas a la espalda.
Vestía el madrugador un desteñido pantalón grancé, reliquia bélica, y estaba en mangas de camisa. Miró al poco cielo que blanqueaba por entre los tejados, y se volvió a su cocinilla, encendiendo un candil y colgándolo del estribadero de la chimenea.
Y comprendiendo que el hombre debe hallar en sí mismo recursos suficientes para flotar en esta clase de naufragios, supo toser y sonarse muy a propósito, limpió la ceniza del cigarro que le había caído sobre el pantalón con admirable oportunidad, no dejando tampoco, claro es, de mirar con cierta insistencia las mangas de la levita a fin de descubrir si era posible alguna mancha salvadora.
Azorado, Jacobo dio un paso atrás conteniendo casi el aliento, y lanzando una mirada rápida a la cómoda que guardaba los papeles, sacó del bolsillo del pantalón un revólver de seis tiros... El vecino le espiaba, y en su acalorada fantasía vio ya el masón traidor los puñales de todas las logias de Italia dispuestos a reclamarle el precioso depósito.
Las atlotas, agarradas del talle o apoyadas unas en los hombros de otras, miraban con virtuosa hostilidad a los mozos, que se pavoneaban en el centro de la plaza, las manos metidas en el cinto, el ancho castoreño echado atrás para dejar al descubierto las rizos de su frente, el cuello envuelto en bordado pañuelo o corbata de cintas, y las alpargatas de inmaculada blancura casi ocultas por la boca del pantalón de pana en forma de pata de elefante.
Llevaba muchos años recibiendo golpes de los enemigos, y deseaba, á su vez, darse el gusto de devolverlos. Sus antiguos amigos lo encontraban en las calles de la ciudad con zapatos ¡un tormento! , levitilla azul de botones dorados, y un casco inglés, blanco. La espada ya no la llevaba bajo el brazo ni oculta en el pantalón.
Después de dicho esto, el clérigo da un paseo por la estancia con las manos metidas en los bolsillos del pantalón y se asoma distraídamente a una ventana tarareando una copla. ¿He de decir la verdad? Azorín no tiene interés en defender a Voltaire y Rousseau; casi estima más a este clérigo ingenuo y jovial que a los dos famosos escritores.
Su traje era modestísimo, casi pobre, y se limitaba a chaqueta, chaleco y pantalón negros, de paño ordinario, sobre todo lo cual vestía, quizás a causa de la estación, un sobretodo de paño más grueso y del mismo color.
Ella arrastraba la cola de su elegante bata por las limpias baldosas unidas con asfalto, y él, con la mano izquierda en el bolsillo del pantalón, recogido el borde de la levita, accionaba levemente con la derecha, empuñando un junco por la mitad. A veces los ruidos del patio atraían la atención de ambos y se asomaban a la balaustrada.
Palabra del Dia
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